Biocombustibles y seguridad alimentaria

 BIOCOMBUSTIBLES Y SEGURIDAD ALIMENTARIA

Imagen obtenida de: https://desinformemonos.org/biocombustibles-un-riesgo-para-la-seguridad-alimentaria-y-la-biodiversidad/


Biocombustibles como alternativa a los combustibles fósiles.

La demanda de recursos energéticos ha ido en constante aumento a partir de la revolución industrial. Ante el crecimiento demográfico, y por consiguiente el incremento de la demanda de energía tanto en el ámbito industrial como doméstico, se ha dado la necesidad de obtener mayor cantidad de combustibles. De esta manera los combustibles fósiles como el carbón, petróleo y gas natural comienzan a ser los más explotados y utilizados para satisfacer estas demandas (Medina, 2013). Con el paso de los años y teniendo en cuenta lo finito de estos recursos, se idearon nuevas formas de obtener energía, sin embargo, cada vez era mayor la dependencia por estos combustibles. 

Al margen de los combustibles fósiles aparecían otras fuentes de energía como la energía eólica, solar, atómica o la producida por biocombustibles. Este último ha tenido mayor desarrollo y proliferación en su forma líquida, ya sea como aceites, alcoholes, éteres, ésteres y otros productos químicos, que provienen de compuestos orgánicos obtenidos a partir de biomasa, la cual puede entenderse como “cualquier tipo de materia orgánica que haya tenido su origen inmediato en el proceso biológico de organismos recientemente vivos, como plantas, o sus desechos metabólicos (el estiércol); el concepto de biomasa comprende productos tanto de origen vegetal como de origen animal” (Salinas y Gasca, 2009, pág. 76).

El uso de biocombustibles se remonta a finales del siglo XIX, cuando el Dr. Rudolf Diesel desarrolló el primer motor Diesel, cuyo prototipo estaba previsto que funcionara con aceites vegetales. Estos serían destinados especialmente al transporte y la automoción, convirtiéndose en una alternativa de energía luego de la disminución de la oferta de petróleo por parte de los países productores y el consiguiente ascenso en los precios de la gasolina en la década de 1970 como resultado de la crisis del petróleo.

El aspecto medio ambiental tendría gran prevalencia para impulsar el fortalecimiento de esta nueva forma de generar energía, aunque, con los años también se vería la complejidad de los problemas ocasionados:

De esta forma, los biocombustibles aparecen como una fuente de energía alternativa que puede usarse en el caso de que los precios de los hidrocarburos se eleven demasiado o en un horizonte de largo plazo en que se agoten. Una segunda finalidad en su uso es que contribuyen a frenar el calentamiento global, ayudando a reducir las emisiones de CO2. Sin embargo, los cultivos energéticos de maíz, caña de azúcar, sorgo o soya, implican darle un uso alternativo al alimentario y esto es lo que ha generado una gran polémica (Salinas y Gasca, 2009, pág. 77).

Producción de biocombustibles en los territorios

Como ya se mencionó, fue a partir de la década de los 70 que comenzó el auge de los biocombustibles líquidos, así como el uso y explotación en grandes cantidades. Su incorporación como fuente de energía fue paulatina y estuvo intrínsecamente relacionada con la oferta y precio de los combustibles fósiles. Según datos, la producción global de biocombustibles líquidos se ha incrementado de 4.4 mil millones de litros en 1980 a 42.2 mil millones de litros en 2005, siendo los mayores productores USA (16.1 mil millones litros), Brasil (16 mil millones litros) y China (3.8 mil millones litros). Mientras que la producción de biodiesel pasó de 11.4 millones de litros en 1991 a 3.8 mil millones de litros en 2005 teniendo a Alemania, Francia, USA e Italia como mayores productores (Acosta y Chaparro, 2009).

Parte importante del aumento en el uso y elaboración de estos nuevos biocombustibles se relaciona con el papel que cumplen los Estados, debido a que son ellos quienes crean y promocionan las políticas de regulación tanto de las plantaciones como de la producción de biocombustibles. Para promover la producción y uso de estos combustibles se otorgan incentivos económicos como subvenciones, exenciones y otros beneficios a quienes ejecuten proyectos con biocombustibles, apelando al argumento de que las plantaciones ayudan al medio ambiente, puesto que son fuentes de energía menos nocivas que producen menores emisiones de gases efecto invernadero y que sirven como sumideros de CO2, y recalcando los altos beneficios económicos que podrían generar.

Hay que precisar que, además de los incentivos económicos, también es necesario el acceso a la tierra y los conocimientos adecuados en cuanto a aspectos tecnológicos y sobre las dinámicas del mercado. El mercado de agrocombustibles de EE. UU y de la Unión Europea, ha demostrado cierta viabilidad debido a la capacitación y las subvenciones que ofrecen a los agricultores, ya que es necesario tener en cuenta que sus costos de producción. Será esta rentabilidad económica el argumento de mayor peso, sobre todo porque en los primeros años del siglo XXI la lucha contra la pobreza en América Latina se convierte en un potente justificativo para avanzar en el aprovechamiento de los recursos naturales disponibles, difundiendo la idea de que las riquezas ecológicas no deberían desperdiciarse (Composto, 2012).

Impactos ambientales y sociales del uso y explotación de biocombustibles

Si bien estos nuevos biocombustibles son menos nocivos que los combustibles fósiles, debe tenerse en consideración que la instalación de megaproyectos extractivos para su obtención tiene notables repercusiones sociales y medio ambientales. Este al ser un ‘agronegocio’, congenia en gran medida con actividades extractivas al igual que la minería, el petróleo o la explotación de uranio, puesto que escapa a la agricultura tradicional de procesos, manteniendo una lógica productiva diferente, que no se basa necesariamente “en ‘procesos naturales’, ciclos orgánicos con bajo insumo de agroquímicos, el aprovechamiento del trabajo familiar, la organización” (Giarracca, 2012 citado por Grigera y Álvarez, 2013, pág. 82).

Poniendo a consideración los efectos ambientales ocasionados por la explotación de biocombustibles, hay que tener en cuenta que los impactos se dan tanto como causa del cultivo como del procesamiento. Según estudios realizados por el Instituto Humboldt en Colombia, se puede concluir que el impacto del cultivo sobre la biodiversidad depende de la cobertura vegetal que se reemplace para su establecimiento, asegurando que la siembra de monocultivos en zonas anteriormente cubiertas por bosque primario -e incluso bosque intervenido- tiene efectos claramente negativos. Sin embargo, también concluye que los efectos pueden ser positivos si las coberturas que se reemplazan son pasturas o cultivos transitorios (Instituto Alexander Von Humboldt, 2000).

Por otra puede verse que “la producción de biocombustibles es a la vez contaminante en la medida en que en su cultivo se emplean insumos provenientes de hidrocarburos, tanto en la fertilización como en la fumigación y en el uso de la maquinaria agrícola” (Salinas y Gasca, 2009, pág. 80). En términos generales puede decirse entonces que estos proyectos usualmente causan

El empobrecimiento de la biodiversidad por la intervención en los ecosistemas; la erosión de los suelos y la sedimentación de los ríos, como consecuencia de la tala rasa; la modificación y los desequilibrios en los cauces naturales, como consecuencia de las actividades de drenaje; la alteración de los sistemas tradicionales de explotación maderera; y la contaminación del agua y los suelos, por los efluentes y por el uso de fertilizantes químicos (Peña, 2010, pág. 56)

Siendo estos algunos impactos ambientales, también cabe resaltar que con estos procesos extractivistas se pierde la base del sustento de las poblaciones nativas debido, en parte, a los procesos de desagrarización que se presentan, ocasionando descensos en las actividades agrarias destinadas a la obtención de los alimentos que conforman la dieta de los pobladores originarios de la zona (Peña, 2010). Sumado a esto, en algunos casos se produce el desplazamiento de las comunidades negras, indígenas y campesinas de las zonas donde se ejecutan las actividades (Instituto Alexander Von Humboldt, 2000). Es así como la seguridad alimentaria, elemento base del sustento de la población, puede perderse o estar en riesgo por la producción de biocombustibles.

Biocombustibles y seguridad alimentaria

Inicialmente debe diferenciarse entre los biocombustibles de primera y segunda generación, pues de ello depende en gran medida su injerencia en la seguridad alimentaria de las poblaciones humanas. La diferencia más notable entre ambos combustibles radica en que los biocombustibles de segunda generación se obtienen de vegetales que no tienen una función alimentaria, mientras que los biocombustibles de primera generación comprometen en mayor medida la seguridad alimentaria, dado que 

se producen a base de alimentos o bien compiten por la tierra que puede ser utilizada para producir alimentos, esta situación impacta el precio de los alimentos al alza de manera directa al restringir la oferta de cereales para la alimentación, o de manera indirecta si los alimentos son insumos de ganado; lo que se impacta es el precio de la carne y de los lácteos (Salinas y Gasca, 2009, pág. 79)

Aunado a lo anterior, se debe resaltar que los agrocombustibles de primera generación necesitan de cultivos altamente mecanizados, lo cual debido a la economía de escala que requiere, tiende a la concentración de las riquezas entre los agricultores con mayores recursos (Medina, 2013), o directamente son las transnacionales las que obtienen mayores beneficios. Además, al darse cierta prevalencia por usar el suelo para monocultivos con fines comerciales, se favorece el detrimento de cultivos tradicionales como la yuca, plátano, maíz y el frijol que garantizan la soberanía alimentaria de las personas (Carmona, 2009 citado por Peña, 2010).

Nota: imágenes extraídas de Peña (2010).

De acuerdo con lo recién mencionado, es importante considerar el hecho que muchos agricultores y campesinos que cuentan con pequeñas parcelas en zonas en las cuales son viables los cultivos denominados como “tropicales” (un ejemplo de este sería la palma aceitera), no tienen las capacidades para competir contra el mercado de las agroindustrias ya que las subvenciones estatales son pocas o nulas y la capacitación está orientada, en gran medida, a los grandes productores.

Como consecuencia de esto el campesinado ha visto seriamente afectada su vinculación con la tierra. Por un lado, se han transformado las dinámicas de producción que giraban en torno a la agricultura y a la pequeña economía familiar, y, por otra parte, se ha hecho manifiesta la expoliación y despojo de sus tierras, proceso que ha favorecido tanto la “proletarización del campesinado” como la conversión de la población rural en “pobladores circundantes”. Es decir, que se ha desplazado a los trabajadores rurales y al campesinado hacia la agroindustria, convirtiéndolos en mano de obra barata.

Esto ha generado grandes cambios en la seguridad alimentaria de los hogares rurales ya que, si antes un gran porcentaje de estas familias destinaba su suelo fértil a la producción diversificada de alimentos para consumo local, ahora, debido a las políticas económicas y productivas impulsadas por organismos internacionales  y por entidades como la FAO, gran parte del campesinado ha perdido la capacidad de autoabastecerse debido a que se ha afectado principalmente la posibilidad del acceso a la tierra.

Además, al ser parte de un contexto notablemente violenta donde la volatilidad de los precios, las distorsiones del mercado y las políticas neoliberales, que encarecen por momentos el acceso a una alimentación adecuada son pan de cada día, se ha condenado a una parte relevante de la población a periodos de hambruna en la medida en que las lógicas productivas giran en torno a la acumulación del capital, dejando a un lado la racionalización de los recursos para el bienestar de la población. Se hace latente la idea de “desposesión por acumulación” propuesta por David Harvey, puesto que es apreciable un “proceso que expande la mercantilización y privatización de la tierra, la expulsión forzosa de poblaciones campesinas hacia las ciudades y la reconversión de derechos de propiedad (comunal, colectiva, estatal, etc.) en propiedad privada” (Grigera & Álvarez, 2013, pág. 87)

Conclusiones

Así como plantea Claudia Composto en su texto, los proyectos extractivistas implican una reconfiguración en cuanto a las relaciones sociales, productivas, ecológicas y políticas. Estas relaciones, vinculadas con una lógica puramente instrumental sobre la naturaleza, han llevado a transformaciones en la conexión humano-naturaleza, y a la ruptura de lazos comunitarios y economías regionales. A lo anterior se le debe sumar el hecho de que las agroindustrias transformaron radicalmente el tejido social de las comunidades rurales al afectar los valores identitarios depositados en el cultivo, la producción y consumo de alimentos. En relación con esto, surgieron fenómenos como el de la desagrarización. De igual manera, y siguiendo un poco la línea de las actividades extractivistas, es apreciable que la producción de biocombustibles ha generado despojo de tierras, lo que ha hecho que las poblaciones no tengan donde cultivar sus alimentos, al tiempo que compromete su seguridad alimentaria.

Ya para finalizar, vale la pena resaltar que en un futuro próximo estas políticas de incentivo a la producción de agrocombustibles deben ser revisadas y debatidas, debido a que pueden poner en peligro tanto los ecosistemas de los lugares donde se da su producción, como la seguridad alimentaria de las familias que se encuentran en condiciones de mayor vulnerabilidad en la medida en que afecta directamente sus sistemas productivos. De igual manera será importante tener en cuenta que “el abandono de la agricultura de pequeña y mediana escala en los países en desarrollo es una de las principales causas de que el incremento del precio de los alimentos haya afectado la seguridad alimentaria de millones de personas” (Medina, 2013, pág. 247). Por eso es importante repensar los verdaderos beneficios ambientales, sociales y económicos que llevan consigo los procesos extractivistas, como el agronegocio de la generación de biocombustibles, en comparación con la producción de alimentos.

 

Bibliografía

Acosta, O., y Chaparro, A. (2009). Biocombustibles, seguridad alimentaria y cultivos transgénicos. Salud pública, 290-300.

Composto, C. (2012). Acumulación por despojo y neoextractivismo en América Latina. Una reflexión crítica acerca del Estado y los movimientos socioambientales en el nuevo siglo. Astrolabio, 323-352.

Grigera, J., y Álvarez, L. (2013). Extractivismo y acumulación por desposesión Un análisis de las explicaciones sobre agronegocios, megaminería y territorio en la Argentina de la posconvertibilidad. Theomai, 80-97.

Instituto Alexander Von Humboldt. (2000). Incentivos económicos perversos para la conservación de la biodiversidad: el caso de la palma africana. Bogotá.

Medina, J. (2013). Agrocombustibles y seguridad alimentaria. En I. E. Estratégicos, Cuaderno de estrategias 161. Seguridad alimentaria y seguridad global (págs. 217-251). Madrid: Ministerio de Defensa.

Peña, D. (2010). Megaproyectos, desagrarización y soberanía alimentaria: el caso de la palma aceitera en el Bajo Atrato. Bogotá D.C: Universidad Nacional de Colombia.

Salinas, E., y Gasca, V. (2009). Los biocombustibles. El cotidiano, 75-82.



Realizado por Juan Mateo Valencia Agudelo y Juan David Henao Agudelo

Disposición y manejo del agua en Colombia. Más de un siglo regulando su uso para garantizar el acceso y prevenir enfermedades.

 DISPOSICIÓN Y MANEJO DEL AGUA. MÁS DE UN SIGLO REGULANDO SU USO PARA GARANTIZAR EL ACCESO Y PREVENIR ENFERMEDADES RELACIONADOS CON AGUAS CONTAMINADAS.

Los ríos desempeñan un papel fundamental en el sistema de evacuación de residuos. Desde las primeras décadas del siglo XX, la solución para el mal olor y el aspecto desagradable de los ríos fue canalizarlos. Canalización Río San Francisco en Bogotá. Fotografía propiedad de Luis Alberto Acuña 1910. 

El agua es parte de los territorios y, por lo tanto, incide en la forma de ser de las poblaciones a su alrededor. Al ubicarse en un espacio y un tiempo, estas poblaciones encuentran su territorio e instituyen un orden o una lógica en sus dinámicas sociales, en su organización y en sus formas de apropiación del espacio (Carreira, 2007). Ante esto, fenómenos como ríos contaminados, entubados, descargas de aguas cloacales a la vía pública, inundaciones, desbordes, aguas que se pierden, son imágenes que no contribuyen a construir ese ser a partir del estar en el territorio, por lo que se da la intervención humana para dar soluciones.

Si bien el agua es un elemento esencial para la vida, e indispensable para el aseo individual y colectivo de los grupos humanos, también es importante resaltar que su mal uso y disposición puede generar serios inconvenientes en la salud, es decir, que, el agua es elemento vital de primer orden cuando no es impura o sucia, y veneno poderoso cuando contiene gérmenes infecciosos (Lobo, 1917).

Por ello, ha sido necesario que por décadas organismos multinacionales, gobiernos nacionales, departamentales y municipales, hayan tomado medidas que consideraban convenientes para evitar la contaminación y disminución de los afluentes que sirven para abastecer a las comunidades del preciado líquido. De igual manera ha sido de gran importancia el manejo de las aguas residuales y represadas, debido a los problemas de salud con que pueden estar relacionados. Frente a este panorama, en el siguiente artículo se pretenden evidenciar algunas de las medidas tomadas por los diferentes entes gubernamentales con respecto al manejo adecuado del agua.

Contexto histórico-administrativo

Partiendo de un ámbito global y nacional, es importante señalar que ya para fines del siglo XIX y comienzos del XX, la higiene comenzaba a ser un aparato útil en la profilaxis de las enfermedades que azotaban al planeta. De igual manera, a partir de los análisis microscópicos realizados durante este periodo, especialmente en Europa, comienza a ser más evidente la presencia de microorganismos patógenos en la vida de los humanos, al punto de considerarse, que, el origen de muchas de las enfermedades infecciosas y contagiosas estaba vinculado con estos seres biológicos minúsculos – microbios-(Rodríguez, 1992).

A la par se vislumbra la relación de estos microorganismos con el agua y los problemas de salud, bien sea porque el agua que es para consumo se encuentra cargada de grandes cantidades de estos seres vivos microscópicos, o porque la mala disposición y manejo de esta favorece la reproducción de organismos vectores que se encargan de trasmitirlos, como el caso de los anofeles, o zancudos, que transmiten enfermedades como paludismo, malaria y fiebre amarilla.

El 20 de octubre de 1886, en Colombia, se crean por decreto del gobierno nacional, la Junta Central de Higiene y las Juntas Departamentales de higiene que tenía como funciones controlar las enfermedades epidémicas y endémicas, responsabilizarse del saneamiento y control de los puertos, además del manejo de aguas, alimentos, entre otros (Gutiérrez, 2010). La proliferación de leyes para intentar estructurar la implementación de la higiene estuvo sustentada en las evidencias científicas difundidas en las nacientes academias de medicina, y fue introducida a la población desde las leyes, ordenanzas y actores estatales, quienes se encargaron de diseminar la regulación de las practicas higiénicas en todos los ámbitos de la vida cotidiana de una sociedad (Castaño, 2018).

Sin embargo, para el siglo XIX, en Colombia, el discurso científico estaba repleto de enunciados que revelan juegos de poder e ideologías científicas, que, como señalaba Georges Canguilhen, no eran ajenos a las relaciones y rivalidades que a veces cobran un carácter de nacionalismo discriminatorio (Márquez, 2005). Probablemente por esto las disposiciones dictadas por esta junta, aunque fueran de carácter obligatorio, tuvieron serios problemas políticos para su aplicación dada la resistencia de los departamentos en permitir la centralización en la toma de ciertas decisiones.

El Estado contó con estrategias que iban desde la coacción a partir de normas higiénicas (códigos sanitarios) para evitar el contagio y la propagación de enfermedades, así como la creación de instituciones, burocracia y órganos de difusión, menos coactivas pero que conservaban el mismo objetivo (M. Suárez & Monsalvo, 2013). Para este momento, se evidencia a través de discursos médicos y sanitarios, que comienza a vincularse la higiene con la civilización y el progreso.

Para 1914, con la ley 84, se dieron mayores herramientas jurídicas a la Junta Central de Higiene para controlar y reglamentar la higiene en el país. De esta manera los departamentos y municipios tenían que encargarse del mantenimiento de los entes locales, pero quedando dependientes siempre de la Junta Central de Higiene. En otras palabras, los municipios y departamentos corrían con los gastos relacionados a la higiene, pero sin tener control de estas instituciones (Gutiérrez, 2010).

Frente a dicha situación los gobiernos regionales, y algunos municipales, comienzan a tener considerables avances en materia higiénica sobre todo en lo que respecta a la creación de sistemas de acueducto, sanidad de los puertos y prevención de enfermedades infectocontagiosas. En la segunda y tercera década del siglo XX se fortalece el saneamiento de los puertos marítimos, además se avanza en el servicio de agua potable, el alcantarillado, la pavimentación de las ciudades y el saneamiento de las habitaciones. Se buscaba unir esfuerzos entre nación, departamentos y municipios a través de la construcción de unidades sanitarias, pero las Asambleas y Consejos Municipales no asignaban suficiente presupuesto para sobrellevar las necesidades de la higiene (Gutiérrez, 2010).

En el departamento de Antioquia, su Junta Departamental de Higiene no fue ajena a los objetivos en salubridad e higiene que tenía el país, a pesar de las diferencias en cuanto a la autonomía de los departamentos y municipios para decidir sobre el presupuesto y las acciones a ejecutar entorno a este servicio. Es importante señalar que, por un lado, la higiene era tomada en el departamento, y en Medellín especialmente, como un instrumento esencial con fines preventivos, y por otro, era vista como una práctica que instrumentalizaba el saber médico y pedagógico de la época en nombre de una mejor población y civilización (Botero & Trujillo, 2004).

Entre 1914 y 1917 el departamento de Antioquia, siguiendo la normatividad establecida por el gobierno nacional que comenzaba a ser más rigurosa en su aplicación, expidió resoluciones y ejecutó ciertas medidas con el objetivo de mejorar las condiciones higiénicas existentes en algunos de los establecimientos municipales. Se reconoce, gracias a las actas levantadas por los directores de la Junta de Higiene departamental, que había serios problemas relacionados con la contaminación y manejo de aguas residuales, al igual que notables inconvenientes en el abastecimiento de agua potable.

En el departamento ya había municipios con gran número de habitantes como es el caso de Andes con más de 30000 personas o Medellín con más de 120000 para la década de 1930, esto hacía urgente la toma de medidas preventivas para garantizar la salud y evitar la propagación de enfermedades y la consolidación de epidemias. En otras ciudades como Cartagena, la población también aumentó de cerca de 9681 personas en 1905 a 84937 durante la misma década (Meisel, s.f.), generando un notable crecimiento del área de la ciudad lo que ocasionó altas demandas y deposiciones de aguas usadas que contaminaban calles y espacios públicos estancándose junto con las basuras (Casas, 2000).

Ante esta situación, recurrente en diferentes lugares del país, se tomaron acciones relacionadas con el manejo del agua, en especial en lo relacionado al abastecimiento y al manejo de aguas lluvia y aguas residuales, sobre todo por su estrecha relación con algunos problemas de salud. Como lo evidencian las resoluciones dictadas por la Junta Departamental de Higiene de Antioquia, registradas en el tomo 9475, se buscaba prevenir enfermedades como la diarrea, el cólera, la disentería, el paludismo y la fiebre tifoidea, relacionados estrechamente con aguas contaminadas y represadas.

                               

Para ello, se emplearon estrategias como la erradicación de cultivos en antejardines y solares, puesto que favorecían la formación de lagunas y charcos de agua que daban paso a la aparición y reproducción de insectos como zancudos que transmitían los microbios de algunas enfermedades como lo sugería el Dr. Pablo García Medina en 1907 (Castaño, 2018).También se buscó mantener separadas las aguas residuales y el agua potable mediante la creación de desagües y alcantarillados, que condujeran las aguas empleadas en actividades humanas o resultado de las lluvias lejos de las poblaciones, sobre todo porque desde 1881 se solicitaba con apremio que las cañerías no corrieran por las calles, pues constituían un problema de salud pública (Castaño, 2018).

No se permitía la ubicación de excusados en las márgenes de las quebradas y riachuelos de la ciudad, y en todos los demás puntos en donde por sus emanaciones perjudiquen a los transeúntes y vecinos. Esto se dio porque el servicio de alcantarillado daba salida libre a las aguas sucias a cualquier punto de las cercanías de la ciudad, lo que ayudaba a que se formaran criaderos de gérmenes nocivos, que levantados en el aire y llevados por los vientos al centro de la población terminaban siendo una de las causas de las epidemias que asolaban a las personas. Así mismo, producían un daño a los campos que regaban con agua sucia, infestando las dehesas por donde pasaba, y ocasionando problemas al ganado que la bebía, lo que podía ocasionar la transmisión de múltiples enfermedades a las personas que consumieran este ganado (Bernal, 1911).

Se prohibió que sobre la vía pública se arrojasen excrementos, orinas, aguas sucias y en general toda clase de sustancias de origen animal o vegetal que, al podrirse, sean perjudiciales a la salubridad pública. Así mismo se veía la necesidad de pavimentar ciertas zonas y mejorar el manejo de las basuras. Puesto que, como narraba Vigarello, las emanaciones hediondas de las putrideces, las basuras, la carne muerta y los objetos putrefactos podían causar la muerte (Vigarello, 1991).


Otra de las medidas propuestas para conservar las fuentes hídricas y garantizar el acceso a agua potable en las poblaciones aparece en el folio 15 del tomo 9475 del fondo del Archivo Histórico de Antioquia. Allí se solicita a los municipios que adquirieran zonas de tierra que tenga por lo menos cincuenta metros de ancho, a cada lado del manantial, arroyo o riachuelo de cuyas aguas se sirva la población; y de largo, desde el sitio en donde se hace la toma del agua, hasta sus nacimientos.

Esta estrategia no fue exclusiva del departamento de Antioquia y ciudades como Medellín, también se dio en otras ciudades como Bogotá. En la capital del país, por ejemplo, se da la compra del denominado predio San Cristóbal, el cual estaba compuesto de cuatro manantiales que podían abastecer de agua a gran parte de la población. Sin embargo, es importante señalar que esta medida por sí sola no evitaba problemas de salud o aseguraba el abastecimiento de aguas, pues, para que el agua satisfaga cumplidamente las ineludibles necesidades humanas, no basta que la cantidad sea suficiente, sino que es preciso que reúna determinadas cualidades, entre las cuales la más importante y aun esencial es que tenga cierto grado de pureza (Comisión República de Colombia, 1912).

Aparte de las medidas ya mencionadas, en el mismo tomo 9475 aparece una resolución vinculada con la capa vegetal de los suelos. Reconociendo la relación de los suelos con la producción y composición del agua, se prohibió la quema de barbechos o malezas en ciertas zonas. Además, se propuso que, en las partes sin monte o rastrojo, se sembraran árboles y arbustos apropiados al clima, prefiriendo los que, como el chusque, el carrizo, la gamboa, la guadua, la zarza y en general las plantas que forman matorrales tupidos, debido a que sus raíces cambian la estructura del suelo, permitiendo que estos absorban más agua, eviten encharcamientos y dejen evaporar poca agua.

Conclusiones

Fueron múltiples las medidas tomadas para proteger el agua y asegurar el abastecimiento de esta a los principales centros poblados del país para finales del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, los problemas administrativos y la diferencia de intereses de cada uno de los entes territoriales dificultaron el cumplimiento de muchos de los objetivos establecidos dentro del marco de la Junta de Higiene Central. Quizá, esas mismas diferencias administrativas y problemas de articulación siguen causando que departamentos algunos aun no tengan de un sistema de acueducto y alcantarillado adecuado. Y que tampoco se protejan ciertas zonas forestales como medida preventiva para evitar el deterioro del recurso hídrico.

El aumento en la importancia de la higiene en Colombia estuvo relacionado con los notables avances en la microscopía a nivel mundial, y la inclusión del medio ambiente como factor determinante en el estado de salud de los humanos. Así mismo, el discurso y la práctica científica tuvieron gran injerencia en la medicalización e higienización en el país, pues su postura frente a conceptos como raza, progreso y desarrollo, más sus intereses políticos y de poder, delinearon el camino a seguir con respecto a la institucionalización de la higiene en el país.

Fue a partir de este avance conjunto de la higiene en todo el mundo, que se logró entender lo propensa que está el agua de romper el equilibrio que mantiene con respectos a los minerales y microorganismos que viajan por ella, pasando fácilmente de elemento vital a elemento letal para la vida. Por eso ha sido necesario, desde aquella época hasta el día de hoy, que los diferentes entes gubernamentales tomen medidas que impidan la disminución y contaminación de las aguas potables destinadas a abastecer las poblaciones, debido a su estrecha relación con ciertos problemas de salud. Además, cabe destacar que las medidas de orden pedagógico también han jugado un papel de gran importancia para procurar evitar la contaminación y disminución de las aguas potables, así como para promover ciertas prácticas por parte de las personas a fin de contribuir a mejorar la higiene y la salubridad de los territorios.

 

Bibliografía

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Botero, W., & Trujillo, R. (2004). La higienización del clima y del cuerpo en Medellín a principios del siglo XX. Investigación y Educación En Enfermería, 22(2), 12–27.

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Meisel, A. (s.f.). Cartagena 1900-1950: al remolque de la economía nacional. Banco de La República de Colombia.

Rodríguez, E. (1992). Por la salud de las naciones. Higiene, microbiología y medicina social. Akal.

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Vigarello, G. (1991). Lo limpio y lo sucio. Alianza.

Problemáticas ambientales en la Reserva Forestal Protectora Cerro Bravo, Fredonia.


 PROBLEMÁTICAS AMBIENTALES EN LA RESERVA FORESTAL PROTECTORA CERRO BRAVO, FREDONIA, ANTIOQUIA.

Fotografía de Jorge Obando - 1940

Fotografía de Jaiver Ibarra Trujillo - 2023

La Reserva Forestal Protectora Cerro Bravo, patrimonio natural del municipio de Fredonia y uno de los ecosistemas estratégicos de la región por su riqueza hídrica y biológica. Allí se concentra la vida, diversidad, historia e identidad, pero también varias amenazas como el turismo intensivo, la reducción del caudal de las quebradas, basuras, tala de árboles, etc.
Hacemos un llamado a la acción, a la movilización social, la educación popular ambiental, la articulación de procesos para fortalecer el reconocimiento, la valoración, la apropiación y la transformación de nuestros territorios preservando la historia, la cultura y las riquezas de la madre tierra.



Realizado por Vigías Poblanco Fredonia.

Crecimiento inmobiliario, turismo y Bosque Seco Tropical en el Occidente Antioqueño

 

CRECIMIENTO INMOBILIARIO, TURISMO Y BOSQUE SECO TROPICAL EN LOS MUNICIPIOS DE SAN JERÓNIMO, SOPETRÁN Y SANTA FE DE ANTIOQUIA.

Fotografía de Juan David Henao Agudelo


En la subregión Occidente del departamento Antioquia, especialmente en los municipios de San Jerónimo, Sopetrán y Santa Fe de Antioquia, en las últimas décadas se han aumentado considerablemente el número de obras de infraestructura turística (parcelaciones, fincas, hosterías, hoteles, condominios, entre otros), al igual que el número de personas que llegan con el fin de realizar actividades de recreo y descanso.

En estos municipios se presentan diversos tipos de turismo como el ecoturismo, turismo rural comunitario, turismo cultural y religioso, entre otros. No obstante, el turismo prevaleciente es el de sol y residencia, que se refiere al fenómeno donde un individuo en particular reside en un lugar determinado, pero compra una casa o apartamento en otro lugar, generalmente con condiciones turísticas, el cual visita esporádicamente con fines principalmente de ocio” (Muñoz, 2020, p. 224).

Desde la década de 1970, se han comenzado a dar paulatinos cambios en el uso del suelo y del agua vinculados, en cierta medida, con la creación infraestructura vial entre Medellín y el Urabá, además de la llegada de capital proveniente del Valle de Aburrá. El negocio inmobiliario ha tenido un notable crecimiento especialmente en las partes bajas y cálidas de estos municipios. Es así como, en inmediaciones al Valle del Río Cauca, donde existen relictos de Bosque Seco Tropical, ecosistema en alto peligro dentro de Colombia, se han dado las más notorias transformaciones.

El Bosque Seco Tropical se caracteriza por presentar una cobertura boscosa continua que se distribuye entre los 0 y 1.000 m de altitud en áreas de temperaturas superiores a los 24 °C, y precipitaciones entre los 700 y 2.000 mm, con uno o dos periodos de sequía marcados al año (Murphy and Lugo 1995) citado por (Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt - Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia [Corantioquia], 2014).  En Antioquia, propiamente en la jurisdicción de Corantioquia hay 167.850 ha de Bosque Seco Tropical, de los cuales Santa fe de Antioquia posee 16.653ha, Sopetrán 10.830ha y San Jerónimo 4.046ha.

En estos tres municipios dicho ecosistema presta servicios fundamentales para las comunidades humanas como la regulación hídrica, la retención de suelos, y la captura de carbono que regula el clima y la disponibilidad de agua y nutrientes, así como el suministro especies de leguminosas forrajeras, ornamentales y frutales importantes para el sustento y el bienestar de los pobladores aledaños a ellos, sin olvidar la biodiversidad endémica que contienen (Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt, 2014).

A pesar de la importancia de dicho ecosistema, este se ha reemplazado por pastizales, cultivos, asentamientos humanos y actividad minera, lo que ha dado como resultado que los remanentes de este tipo de bosque se encuentren con alto grado de fragmentación, inmersos en matrices altamente transformadas (Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia - CORANTIOQUIA, 2021). El crecimiento inmobiliario y del turismo de residencia en el Occidente cercano de Antioquia ha ocasionado que este ecosistema esté amenazado y siga con la tendencia nacional que evidencia su reducción y deterioro.

Si bien se reconoce que estos ecosistemas prestan servicios fundamentales para las comunidades, es apreciable la creciente expansión urbanística del Valle de Aburrá y la presión que este centro poblado ejerce sobre estos lugares. El crecimiento en las parcelaciones, condominios, balnearios, fincas, apartamentos e infraestructura como carreteras, redes de energía, acueductos, alcantarillados, sitios comerciales, entre otros, ha ocasionado la reducción de ejemplares y especies vegetales como mamey, papaya, maracuyá, coco, tomate, sandía, melón, maíz, estropajo, viñedos (Ochoa, 2020). Es así como se reconoce un detrimento en la agrobiodiversidad de los municipios del Occidente cercano (Peña, 2016).

Investigaciones como la de Muñoz (2017, 2020), dejan ver que el turismo, más alla de un simple fenómeno económico, tiene la capacidad de transformar el territorio, tanto medio ambiental como socialmente, llegando al punto de influir en la vida de las personas y demás seres vivos que alli habitan. Así mismo, López (2014) expone impactos territoriales del turismo vinculados con la infraestructura vial y de alojamiento, la situación de cobertura de servicios publicos, el mercado laboral, los efectos del turismo en las actividades economicas y productivas, así como en el crecimiento empresarial y los efectos medio ambientales. Mientras que, Escobar et al (2018), destacan las  transformaciones en el paisaje y el entorno natural, especialmente la pérdida de cobertura vegetal y los cambios en el uso del suelo en áreas de Bosque Seco Tropical por acción humana.

De igual manera, se identifica la reconfiguración del tejido socioespacial, originando la migración de gran número de personas hacia zonas urbanas, o lugares a mayor altitud dentro del mismo municipio (Instituto de Estudio Regionales [INER], 2012), lo que ha ocasionado que las prácticas y saberes botánicos de muchas personas se hayan visto transformadas o hayan migrado con ellos hacía otros lugares en donde no tendrán la misma utilidad y en algunos casos se terminaran perdiendo porque no se usan y porque no se enseñan a las nuevas generaciones dada la aplicabilidad que van perdiendo. 

En cada uno de los trabajos hallados se evidencian disputas y conflictos surgidos como resultado de estos cambios en el uso y manejo del medio ambiente ante la llegada del negocio inmobiliario y el turismo, al tiempo que se aprecian variaciones en las actividades productivas, en la relación que las comunidades desarrollan con su entorno, en la biodiversidad vegetal del ecosistema de Bosque Seco Tropical y en los conocimientos y usos que las comunidades dan a este. Además, se reconoce la aparición de diversas representaciones, percepciones e imaginarios frente al medio ambiente que ponen en un mismo escenario social diversas posturas que están sujetas a relaciones de poder y procesos permanentes de negociación y resignificación en donde algunas nociones se vuelven hegemónicas mientras que otras son debatidas, repensadas y transformadas (Ulloa, 2001).

Ante esto, cabe señalar que las transformaciones del territorio vinculadas con el turismo de residencia, en los tres municipios, ha afectado notablemente el Bosque Seco Tropical, el cual se ha buscado proteger desde el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible a través del Programa Nacional para la Gestión Integral del Bosque Seco en Colombia (PGIBS), que pretende “promover acciones de conocimiento, conservación- preservación, restauración uso sostenible de este ecosistema en el marco de la gestión del riesgo, incluyendo acciones de capacitación y monitoreo con la participación de diferentes actores a nivel, local, regional y nacional” (Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2021).

Por su parte, la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia – CORANTIOQUIA, crea figuras como la del “Distrito Regional de Manejo Integrado Bosque Seco del Occidente Antioqueño” que busca generar “un espacio geográfico en el que los paisajes y ecosistemas mantienen su composición y función, aunque su estructura haya sido modificada, y cuyos valores naturales y culturales asociados se ponen al alcance de la población humana para destinarlos a su uso sostenible, preservación, restauración, conocimiento y disfrute, garantizando que el Área Protegida se mantenga en el tiempo, siga teniendo impactos positivos para este ecosistema crítico, la biota asociada, la economía y el bienestar de la sociedad” (Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia - CORANTIOQUIA, 2021)

Conclusiones

El ecosistema de Bosque Seco Tropical presente en los municipios de San Jerónimo, Sopetrán y Santa fe de Antioquia ha venido sufriendo notables cambios debido al crecimiento de infraestructura inmobiliaria y actividades turísticas que han dado paso a la construcción de fincas de recreo, hosterías, hoteles, condominios, ciudadelas y parques acuáticos.  Los cambios en el uso del suelo y del agua han repercutido notablemente en las especies vegetales que existían en estos lugares. Es así como la producción de frutas se ha visto reducida, siendo evidente que antiguos cultivos han sido reemplazados sitios de descanso.

Pero no solo el paisaje y la composición de la naturaleza cambiaron, también se han dado cambios socioculturales, como la relación entre vecinos que se ha visto transformada. De igual manera saberes y prácticas relacionadas con actividades agrícolas se han trastocado, al punto de que no solo es el hecho de que haya menos ejemplares de especies vegetales, sino que el consumo de estos cambió dejando a un lado recetas, preparaciones, usos medicinales entre otras manifestaciones culturales estrechamente vinculadas con el material vegetal en los alrededores.

En concordancia con esto, quedan en entredicho las medidas de conservación tomadas en relación a estos bosques, pues a pesar de su representatividad ecosistémica y de estar considerada dentro de las prioridades y estrategias de conservación del departamento de Antioquia, es latente su disminución tanto en el país como en el departamento, esto como resultado de la alta intervención antrópica vinculada a la producción agrícola y ganadera, la minería, el desarrollo urbano y el turismo (Corporación Regional del Centro de Antioquia [Corantioquia], 2017).

Se espera entonces, que sean tenidos en cuenta los impactos que ocasiona este sector sobre el medio ambiente en la zonas de Bosque Seco Tropical, puesto que dadas las condiciones climáticas de este lugar, se ha convertido en un sitio ideal para el descanso y el recreo. Además que se reconozca su incidencia en lo sociocultural, ya que conforme se ahonda en su estudio y se analizan más aspectos, se va viendo que implica muchos ámbitos de la vida, sobre todo de las poblaciones “receptoras”, que es indispensable considerar y hacer visibles (Escalante et al., 2013). También es necesario continuar con la creación y cumplimiento de estrategias legales ajustadas a las condiciones del territorio, esto velando por la protección y conservación del Bosque Seco Tropical, del cual se reconoce su importancia para la vida y se destaca su deterioro.

 

 Bibliografía

Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia [Corantioquia]. (2021). Acuerdo No.626 “Por medio del cual se declara, reserva, delimita, alindera el área protegida Distrito Regional de Manejo Integrado Bosque Seco del Occidente Antioqueño y se modifica el acuerdo 017 de 1996”.

Escalante Gonzalbo, M., Carrol Janner, I. E. (2013). Antropología y turismo. Cuicuilco, 249-259.

Escobar Ocampo, L. M., Montoya Arenas, C., Patiño Zuluaga, E., González Escobar , L. F. (2018). La transformación del paisaje de Santa Fe de Antioquia: reconfiguración del centro histórico y su entorno natural. Perspectiva Geográfica, 71-88.

Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt - Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia [Corantioquia]. (2014). Fortalecimiento al conocimiento, conservación y uso sostenible de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos del bosque seco tropical en la jurisdicción de Corantioquia . Bogotá.

Instituto de Estudio Regionales [INER]. (2012). Dinámicas de articulación regional entre los valles de Aburrá, San Nicolás y Río Cauca. Medellín.

Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt. (2014). El Bosque Seco Tropical en Colombia. (C. Pizano, & H. García , Edits.) Bogotá D.C.: Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt.

López Zapata, L. V. (2014). Impactos territoriales del turismo y lineamientos de ordenación para territorios con vocación turística. Estudio de Caso en el Municipio de Santa Fe de Antioquia - Colombia. Medellín.

Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. República de Colombia. (2021). El ambiente es de todos. Minambiente. Obtenido de https://www.minambiente.gov.co/index.php/noticias/4563-acciones-bosque-seco-colombia

Muñoz Arroyave, E. (2017). Territorio de postal: la dualidad del turismo en Santa Fe de Antioquia (Colombia). Cuadernos de Geografía: Revista Colombiana de Geografía , 153-174.

Muñoz Arroyave, E. (2020). Turismo residencial y expansión urbana. Análisis de las transformaciones territoriales en la Región Central de Antioquia. En Relaciones urbano – rurales, desarrollo, desigualdades y segregación en ciudades intermedias y pequeñas (págs. 213-249). Medellín: Tecnológico de Antioquia.

Ochoa Echeverri, C. (2020). Memorias de la producción frutera en el municipio de Sopetrán, Antioquia. Medellín.

Peña García, D. M. (2016). Desterritorialización, Economía Campesina y Agrodiversidad: Geopolítica del Narcotráfico y Proyectos Turísticos en el Occidente Cercano de Antioquia Colombia (1990-2011). Rio Grande: Universidade Federal do Rio Grande.

Ulloa, A. (2001). Transformaciones en las investigaciones antropológicas sobre naturaleza, ecología y medio ambiente. Revista Colombiana de Antropología, 188-232.

 

 Realizado por Juan David Henao Agudelo