Extractivismo y neoextractivismo. El caso de la palma africana en Colombia

 EXTRACTIVISMO Y NEOEXTRACTIVISMO. EL CASO DE LA PALMA AFRICANA EN COLOMBIA

Alianza Biodiversidad (2023).

Inicialmente, cabe señalar que, a partir del siglo XVI con la expansión de Europa por todo el planeta junto con sus ideales de civilización, modernidad y desarrollo, más su concepción antropocéntrica de la vida, comienza a darse la explotación excesiva de los recursos naturales. Se empieza a gestar un modelo de desarrollo basado en la extracción y apropiación de la naturaleza a través de actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales, que no son procesados (o lo son limitadamente), y que posteriormente pasan a ser exportados (Gudynas, 2009). Este nuevo estilo de desarrollo sería conocido como el extractivismo, y tendría serías implicaciones sobre las sociedades humanas y los ecosistemas en donde operaba.

 Dicho modelo pasaba por alto la estructura de significaciones de aquellas culturas que eran ajenas a la europea, mientras que creaba la certeza de que los problemas del modelo podían solucionarse con cambios técnicos y transformaciones sociopolíticas (Giraldo, 2018). Además, tendía a caer en:

el generalizado error consistente en aplicar ahistóricamente los conceptos, técnicas y prácticas de la economía de mercado a todas las manifestaciones culturales y epocales, propios de la manía ‘civilizatoria’ y clasificatoria en la que muchas expresiones son excluidas, minusvaloradas e invisibilizadas (Quijano Valencia, 2016)

Otra de las características de este modelo es que cada vez exige “mayor cantidad de materias primas y energías, lo cual se traduce por una mayor presión sobre los bienes naturales y territorios” (Svampa, 2019, p.18). Esta necesidad de territorios para explotar genera que se expropie y despojen grandes extensiones de suelo, provocando disputas y enfrentamientos entre poblaciones y grandes actores económicos, lo que en muchas ocasiones terminaría repercutiendo en temas como la violencia y la pobreza.

La pretensión de edificar y consolidar una sola explicación para fenómenos sociales, culturales y biofísicos, no dejaba vislumbrarlos claramente al excluir ciertas partes de él, dificultando el reconocimiento de la conexión existente entre el extractivismo y los diferentes factores sociales y ambientales con los que se relacionaba. De igual manera limitó el conocimiento de la naturaleza a un modelo en específico, lo que ha favorecido “la coordinación universal de la vida y el desenvolvimiento de los sujetos, los espacios socio/naturales y los saberes” (Quijano Valencia, 2016).

Dicha limitación en el conocimiento de la naturaleza ha generado concepciones reduccionistas sobre esta, ocasionando que -en el mejor de los casos- se le considere como una maravilla de gran complejidad fruto de la manifiesta sabiduría del dios creador de todo lo que existe, o que en otros casos sea vista única y exclusivamente como una despensa, olvidando que es un agregado de agua, tierra y cielo que interactúan entre sí, y en donde todo aquello que es “asequible a nosotros forma un sistema, una concatenación general de cuerpos, entendiendo aquí por cuerpos todas las existencias materiales, desde los astros hasta los átomos” (Engels, 1886, p. 48).

Las alteraciones que provocan los procesos de extracción en la naturaleza pueden ser muy variables. En el caso del aumento de la frontera agrícola, ganadera y minera se ha impactado especialmente a las fuentes hídricas, los suelos y la biodiversidad, sin olvidar que también se ha afectado aspectos como la alimentación y salud de poblaciones humanas. La expansión de la agricultura, por ejemplo, ha afectado el ecosistema a través de procesos de deforestación, erosión de suelo, sedimentación de fuentes hídricas, eutrofización, entre otros. La expansión de la frontera ganadera también ha afectado considerablemente las fuentes hídricas al favorecer la presencia de gran cantidad de coliformes en el agua, bien sea por contaminación difusa o por vertimiento directo, además la compactación que sufren los suelos los deteriora considerablemente.

Tanta es la interconexión que existe entre los elementos de la naturaleza que la deforestación en zonas Andinas y Amazónicas, con el fin de aumentar la agricultura, la ganadería extensiva y la minería, han cambiado la vida de muchas comunidades ribereñas que habitan a orillas de pequeñas quebradas o de grandes ríos como Cauca y Magdalena.

Dentro de dicho panorama en América Latina surge una categoría analítica conocida como neoextractivismo, que permite describir y explicar este modelo extractivista desde el ámbito social, político-territorial y medio ambiental a partir de una escala nacional, regional o local. Se hace necesario comprender la complejidad de este modelo, sobre todo porque estas grandes modificaciones del entorno como respuesta a las nuevas necesidades humanas repercuten indudablemente en la organización, estructura y funcionamiento del sistema (Rappaport, 1985).

Mucha de la información socavada hasta la fecha evidencia el considerable impacto negativo que ha tenido este modelo de desarrollo en el ámbito económico, social y ambiental, además evidencia su limitada contribución al genuino desarrollo de las sociedades humanas que constituyen los actuales Estados-nación. A pesar de esto, el extractivismo goza de buena salud dentro de los actuales Estados latinoamericanos progresistas o conservadores, los cuales hacen poco por reconstruirlo. Además, continúa siendo vista como la mejor alternativa para alcanzar los tan anhelado ideales de desarrollo, de ahí que se promuevan medios para incrementarlas, a pesar de que éste mantiene un estilo “basado en la apropiación de la Naturaleza, que alimenta un entramado productivo escasamente diversificado y muy dependiente de una inserción internacional como proveedores de materias primas” (Gudynas, 2009, p.188) Sin embargo, no debe pasarse por alto que, frente a este modelo cada vez se van generando más reacciones de oposición entre las sociedades.

En conclusión, se puede decir que, a pesar de los efectos colaterales del extractivismo en las diferentes esferas de la realidad humana, este sigue manteniendo su vigencia e importancia dentro de los actuales gobiernos latinoamericanos y mundiales. Sumado a esto, son apreciables los pocos esfuerzos realizados para modificar este modelo y contrarrestar o apaciguar sus repercusiones sobre la vida en general. Se mantiene dicha estructura de apropiación de los espacios y los recursos. Pareciera a simple vista que lo único que ha cambiado entre el extractivismo y el neoextractivismo es cómo y quiénes se quedan con las riquezas , mientras que los problemas sociales y ambientales que surgen como consecuencia de ello continúan a la espera de que los grupos humanos les den la relevancia que requieran y logren entender que nada en la naturaleza ocurre de modo aislado y que este extractivismo ha generado cambios en el planeta que requieren de una reestructuración de la vida humana.

La palma africana en Colombia

 Enlaces de interés





Bibliografía

Engels, F. (1886). Dialéctica de la naturaleza. Obtenido de Livros Grátis: http://livros01.livrosgratis.com.br/bk000224.pdf

Giraldo, O. F. (2018). Ecología política de la agricultura. Agroecología y posdesarrollo. San Cristóbal de Las Casas: Ecosur.

Gudynas, E. (2009). Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Extractivismo, política y sociedad, 187-225.

Quijano Valencia, O. (2016). Ecosimías : Visiones y prácticas de diferencia económico/cultural en contextos de multiplicidad. Popayán: Universidad del Cauca.

Rappaport, R. (1985). Naturaleza, cultura y antropología ecológica. En H. Shapiro, Hombre, cultura y sociedad (págs. 261-292). México: Fondo de Cultura Económica.

Svampa, M. (2019). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina. Conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. Bielefeld: Universidad de Bielefeld.