EL TURISMO MÁS ALLÁ DE LOS DATOS ECONÓMICOS
Fotografía de El Tiempo, julio 2023 |
El turismo es una actividad económica que, posterior a la segunda mitad del siglo XX, ha tenido un constante crecimiento. Su expansión se relaciona en parte con la creación de infraestructura vial, los tiempos obtenidos por los trabajadores para vacacionar, el desarrollo de tecnologías de transporte y telecomunicaciones, así como la construcción de lugares pensados para el disfrute de personas provenientes de otros lugares. Este se ha convertido en una herramienta de gran utilidad tanto para generar beneficios económicos, como para ayudar en la protección del medio ambiente y de aspectos culturales de diversos grupos humanos, aunque presenta múltiples efectos negativos en los territorios donde se desarrolla, generando críticas y discrepancias en relación con su ejecución.
Se tendrá en cuenta que el turismo no es el simple desplazamiento de un lugar a otro con fines de negocios, de descanso o personales, sino que es “un proceso social, compuesto por dos subprocesos simultáneos, contradictorios, excluyentes y complementarios a la vez: la turistificación del territorio y el encuentro de actores” (Muñoz, 2020, pp.105). La turistificación se reconocerá como el proceso donde el sistema turístico impone sus territorialidades por encima de las construidas previamente, con lo cual logra una nueva apropiación del espacio y, por tanto, produce un nuevo territorio.
Dada la notable capacidad territorializadora del turismo, lo que conlleva al dominio - económico y político - y la apropiación - simbólica y cultural - de los espacios por parte de los diversos actores involucrados, se puede inferir que la territorialización implica dominio, control y apropiación material y simbólica sobre el territorio (Arronte, s.f.), y a su vez produce discrepancias entre las formas de dominio y apropiación del territorio ya establecidas y las emergentes, que en ocasiones surgen ante imposiciones vinculadas con jerarquías entre regiones, ciudades, países y grupos poblacionales. A partir de allí, comienza a gestarse una transformación del territorio, el cual resultará alterado tanto en lo ecológico como paisajístico, mientras que las relaciones sociales, políticas y productivas de las comunidades que lo habitan, y sus saberes y costumbres también se verán trastocadas.
Respecto al encuentro entre actores turísticos, no
turísticos, residentes y visitantes este debe comprenderse desde la
turistificación, pues a partir de la relación de estos actores es que prima una
u otra forma. Es decir, el turismo implica un encuentro entre actores que
define la turistificación que se da en los territorios, esto dependiendo de la
participación, los intereses y recursos económicos de cada uno de los actores
involucrados, así como de los recursos turísticos de los que se dispone. Además,
la forma de turistificación terminará por definir en gran medida los impactos medioambientales,
sociales, culturales, políticos y económicos generados en el territorio los
cuales son múltiples y no siempre benéficos.
Nota: extraído
de Henao (2023, pág. 42)
Dados los múltiples actores e intereses, así como las formas
de dominio y apropiación que convergen en cada territorio, se crean diversas tipologías
de turismo que involucran aspectos culturales, naturales, históricos, arquitectónicos,
paisajísticos, sociales, entre otros. Si bien las diferencias entre los actores
son notables, la gran mayoría coincide en el hecho de que buscan la
erradicación de la pobreza y el mejoramiento de condiciones de vida con sus
proyectos, al tiempo que llevan a la mercantilización y explotación de ciertos
elementos de cada territorio, entre ellas las partes menos visitadas, inusuales, paradisiacas y exóticas
La consolidación del turismo puede subsumir las relaciones sociales, productivas, ecológicas y políticas a una lógica instrumental en la que “se asigna a las formas y prácticas culturales un valor monetario y se venden como mercancías en el mercado turístico” (Wyllie, 2000) citado por (Salazar, 2006, p. 105). De esta forma, el turismo mantiene un estilo de desarrollo basado en la apropiación de la naturaleza y la cultura, lo que alimenta un entramado productivo escasamente diversificado y muy dependiente de una inserción internacional (Gudynas, 2009). Algo muy similar a los que pasa con algunas actividades extractivas.
TURISMO
Y EXTRACTIVISMO
Si bien el turismo no se considera una actividad extractivista, sí guarda cierta relación con estas. Teniendo en cuenta las propuestas de Gudynas (2009), se puede decir que el turismo, así como las nuevas formas de extractivismo, mantienen el vínculo no solo con la naturaleza y su aprovechamiento, sino también con la cultura y el patrimonio, siendo apreciable la forma en que estos se convierte en una fuente inagotable de riqueza la cual involucra a los Estados en la promoción, planificación y gestión. No obstante, su implementación se vincula a mercados globales, donde son destacables las relaciones de subordinación que se dan en ciertas regiones, originando que algunos países se sometan a las reglas globales comerciales y financieras con el fin de obtener una inversión del exterior.
Además, debe tenerse en cuenta que el turismo corresponde a una actividad económica, al igual que los proyectos extractivos, por eso en ambos casos los procesos se orientan a ganar competitividad, aumentar la rentabilidad bajo criterios de eficiencia clásicos, incluyendo la externalización de los impactos sociales y ambientales (Gudynas, 2009). Es así como actualmente, en múltiples territorios del mundo, se está viviendo una transformación vocacional económica y del uso de la tierra, dejando la producción pecuaria, agrícola y de conservación de ecosistemas de lado, para dar paso a las construcciones y adecuaciones en pro del turismo, lo cual representa considerables presiones sobre los recursos naturales y cambios sociales justificados por una abundante derrama económica.
Tanto el turismo como las actividades extractivas llevan a cambios en la cotidianidad de los lugares donde se instala, e indudablemente dan paso a nuevas apreciaciones y valoraciones de la naturaleza y la cultura, esto en la medida que se dan procesos de territorialización, desterritorialización y fragmentación del territorio. La turistificación, que impone nuevas territorialidades, implica para la población de un territorio que las instalaciones y servicios pasen a dedicarse de manera casi exclusiva al turismo, supeditados a la generación de beneficios de las empresas vinculadas a la actividad turística. Los problemas de estos procesos de especialización son el aumento de la precarización laboral, la degradación del derecho a la vivienda, el encarecimiento y la transformación del comercio local, o la masificación de calles y plazas que dificulta la vida cotidiana de las personas residentes (García, s.f.).
Podría decirse entonces, que a pesar
de que el turismo no se considera una actividad extractiva, sí es un proceso
netamente territorializador con la capacidad de transformar el territorio en el
corto plazo y sin el consentimiento de los sujetos y actores locales” [además
que,] “la aparición de planta turística en un territorio se configura como un
actor con alta capacidad de ejercer control territorial y transformar lógicas
territoriales preexistentes” (López, 2014, pp. 23). Tal situación cada vez
genera más críticas y resistencias frente al turismo, llevando a mayores análisis
de este y del proceso de turistificación, evitando apreciaciones reduccionistas
entorno a cifras económicas principalmente.
Ante este panorama, no
todas las comunidades ven en el turismo una valiosa herramienta para el
mejoramiento de su calidad de vida, dado que muchos de sus impactos resultan
ser negativos, debido a los procesos de dominio y apropiación que se hacen del
territorio, en donde los suelos rurales cambian de vocación, evidenciando una
fuerte avanzada del interés urbano sobre lo rural para crear espacios de ocio y
recreación, convirtiendo “la ruralidad en un espacio consumible y de consumo
dispuesto a acoger las demandas urbanas de contacto con la naturaleza y la
bucólica rural” (Torres et al., 2018). De igual manera las grandes urbes se
vuelven en grandes receptores de visitantes, ocasionando cambios en la oferta y
demanda de vivienda, así como el encarecimiento del costo de vida, el cambio de
actividades productivas y la relocalización de viviendas y sitios de trabajo.
CONCLUSIONES
A pesar de que el turismo es una actividad económica que goza de buena reputación en comparación con actividades extractivas como la minería, la agricultura y ganadería extensiva, es importante destacar sus impactos territoriales. También es necesario reconocer su cercanía con el extractivismo e identificar las contradicciones en las que se sumerge, dado que, a pesar de convertirse en una herramienta alternativa y sostenible en comparación a otras actividades productivas, tiene serías implicaciones en el medio ambiente y en la sociedad, ocasionando que en algunos casos no llegue a ser deseado.
Son importantes los análisis a mayor profundidad sobre el turismo y el proceso de turistificación, evitando caer en concepciones meramente económicas que optan por dar prevalencia a la generación de dinero, y no tanto a los impactos territoriales ocasionados por la dicha actividad productiva. Será importante en este punto, entender la complejidad del fenómeno turístico y de sus componentes, y cómo esto dificulta reconocer las causas y efectos territoriales en su totalidad, lo que puede llevar a que se invisibilicen muchos de los impactos negativos que ocasiona este sector económico.
Finalmente, es necesario reconocer que el turismo también tiene impactos positivos que van más allá de la tan mencionada derrama económica, y que pueden ser de gran utilidad para la conservación del medio ambiente y de aspectos culturales de muchas sociedades. Para ello, es necesario que emerjan proyectos bien planificados, gestionados y ejecutados que permitan procesos de territorialización conciliados entre los diversos actores del turismo.
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conceptuales.
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Henao
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Realizado por Juan David Henao Agudelo