PRÁCTICAS AGRÍCOLAS SIGUIENDO
LAS FASES LUNARES: UNA ALTERNATIVA EN LA AGRICULTURA
Resumen
Este articulo pretende analizar, a través de una búsqueda documental, la incidencia que tiene la Luna sobre el planeta Tierra y sus fluidos, especialmente, las mareas y la savia de las plantas. También se busca comprender cómo esta conexión entre el sistema Tierra-Luna, puede influir en la interacción de los humanos con su entorno, sobre todo, en sus prácticas agrícolas. Para ello, usaremos algunos ejemplos que permitan entender mejor la forma en que la luna determina el momento ideal para trabajar la tierra y ciertas características físicas de las plantas, permitiendo obtener mayores beneficios de estas sin necesidad de emplear agroquímicos (fertilizantes, insecticidas, fungicidas y herbicidas) que modifican el ecosistema.
Palabras clave: fases lunares; savia; agricultura; prácticas agrícolas; agroquímicos.
Nada,
en la naturaleza, ocurre de un modo aislado. Cada cosa repercute en la otra, y
a la inversa, y lo que muchas veces impide a nuestros naturalistas ver claro en
los procesos más simples es precisamente el no tomar en consideración este
movimiento y esta interdependencia universal
(Engels, 1886, pp.149-150).
Durante el transcurso de miles de años, el ser humano ha intentado dar
un nombre y significado particular a los elementos y fenómenos que están
presentes en el medio ambiente en donde se desarrolla su existencia. Dicho
intento, por comprender el entorno, ha permitido la aparición de prácticas y
creencias particulares de cada grupo humano que dependen en gran medida de la
relación que estos establecen con el ecosistema que les rodea, sobre todo si se
tiene en cuenta que “la cultura no está ni simplemente yuxtapuesta ni
simplemente superpuesta a la vida. En un sentido la sustituye; en otro, la
utiliza y la transforma para realizar una síntesis de un nuevo orden”
(Lévi-Strauss, 1969, p.36). Es por ello que podría pensarse que algunas de las transformaciones
suscitadas por esta relación, entre cultura y naturaleza, se evidencian,
especialmente, en la forma en que es concebida esta segunda, la cual ha dejado
de ser considerada como el hogar de los humanos para convertirse única y
exclusivamente en una despensa. Las prácticas agrícolas han modificado tanto la
forma en que vemos la naturaleza que pareciera que esta navegara en un inmenso
mar de imperfecciones que requiere de la intervención humana para dejar de
serlo, de forma que, si el clima es seco, se emplea el riego; si el suelo es
poco fértil, se aplican fertilizantes, si los insectos, bacterias u hongos (plagas)
aparecen se deben eliminar. Tal parece que el ambiente y el humano han dejado
de formar un sistema en el que nada ocurre de un modo aislado.
La explotación de los recursos naturales, a partir de la agricultura, ha
sufrido cuantiosas transformaciones, que van desde la domesticación de algunas
plantas hasta la manipulación genética de las mismas a fin de hacerlas más
productivas. En los últimos siglos, sobre todo en la parte del mundo que conocemos
como occidente, se ha hecho más notorio el distanciamiento del humano con el
ambiente, dando paso a la pretensión de que este debe ser controlado, manipulado
y dominado a fin de obtener los mayores beneficios posibles. Tal lejanía lo ha marginado de un pasado
empírico y mítico, que buscaba el equilibrio de todo el ecosistema, para
embarcarse en un nuevo rumbo hacia lo racional y científico que no
suele seguir los ciclos de la vida sino todo lo contrario: los alterarlos.
Con el crecimiento de las poblaciones y de la
agricultura, se ha hecho necesario optimizar la producción agrícola a fin de
asegurar cosechas en el menor tiempo posible y con la mayor productividad. Todo
esto con el objetivo de cumplir con la demanda de alimentos existente, y puesto
que no se puede esperar a que las plantas cumplan con su ciclo vital de forma
normal, se han creado soluciones como la manipulación genética de las plantas, el
uso de fertilizantes sintéticos, que proveen a las plantas de los nutrientes
necesarios para su desarrollo pero que ignoran el daño que ocasionan al suelo;
y plaguicidas, que aseguran que las cosechas no serán dañadas por insectos o
microorganismos, pero que alteran significativamente la biota, y todo el
ecosistema en general.
Las alternativas a este tipo de agricultura,
abarrotada de productos químicos, pueden ser varias, una de ellas es la
diversificación de los productos cultivados, así como la rotación constante de
los mismos con la idea de que el suelo pueda regenerarse y proveerse nuevamente
de los compuestos necesarios para su desarrollo, caso particular de algunas
leguminosas que producen nitrógeno el cual llega al suelo a través de las
raíces y vuelve a abastecer a este del elemento químico. También la opción del
control biológico de plagas puede ser muy útil, bien sea usando plantas cebo o
a través de la introducción de depredadores naturales de los insectos o
microorganismos que se consideren plagas. De igual manera es importante el
papel de ciertos microorganismos como las micorrizas que ayudan a la captación
de este nitrógeno, elemento fundamental en el crecimiento de las plantas, de
ahí la necesidad de repensar el uso de agroquímicos, pues el uso de fungicidas
podría acabar con estos hongos y reducir el beneficio que puede obtenerse de la
planta. Otra de las alternativas a la agro tecnología actual, y que es la que en
este articulo más nos interesa, es la de la agricultura siguiendo las fases
lunares. Para entender mejor la importancia que puede tener la Luna en la
agricultura es necesario cuestionarnos sobre la forma en que esta incide sobre
las plantas, y cómo esto podría ser una herramienta útil en la agricultura. Por ello, a continuación,
trataremos de responder a estas preguntas, y presentaremos casos en donde la Luna
incide en las prácticas agrícolas de una población humana.
Para iniciar, cabe señalar que la relación del humano con su entorno no
ha sido algo fijo o inamovible, por el contrario, ha sido objeto de múltiples cambios
a lo largo del tiempo. Es probable que, ante la gran diversidad de ecosistemas
se hayan generado igual número de apreciaciones de la naturaleza dentro de las
sociedades humanas. Sin embargo, la
dominación ejercida por algunos grupos humanos sobre otros, llevo a la
edificación y consolidación de cierta homogeneidad en la forma de percibir y
relacionarse con el medio ambiente. A partir del siglo XVI con la expansión de
Europa por todo el mundo, y de su concepción antropocéntrica de la vida, comienza
a darse la explotación excesiva de los recursos naturales, un extractivismo
descarado que ignoraba las implicaciones de este actuar sobre el ecosistema. Este
accionar pasaba por alto la estructura de significaciones de las culturas que
allí habitaban, antes de su llegada, mientras que creaba la certeza de que los
problemas del modelo podían solucionarse con cambios técnicos y
transformaciones sociopolíticas
Las reglas técnicas,
los usos ceremoniales y rituales determinan en cada cultura qué plantas se
cultivan; cómo se despeja la tierra, se prepara y fertiliza el suelo; cómo,
cuándo y quién celebra los actos mágicos y las ceremonias religiosas; cómo, por
último, se recolectan, distribuyen, almacenan y consumen los frutos
(Malinowski, 1975, p. 92).
Uno de los elementos, de este cuerpo de tradiciones, tenía
que ver con la influencia del ciclo lunar en el desarrollo y posterior uso de
materia vegetal. El proceso de siembra, poda y cosecha de las plantas
se regía por dicha tradición,
la cual le permitía al humano moldear las plantas y obtener los
mejores resultados de ellas. Actualmente, muchas de estas prácticas y tradiciones,
han perdido reconocimiento, sin embargo, investigaciones
exhaustivas le han dado un nuevo aire al mostrar cómo:
numerosos fenómenos de la naturaleza, como las mareas, los cambios meteorológicos están relacionados con la trayectoria de la luna. Las plantas están sometidas a diferentes energías según los días y ese conocimiento es esencial para la siembra, cultivo y recolección eficaz (Lahuasi Guerrero, 2012, p. 8).
Tanto el Sol como la Luna ejercen una fuerza de
atracción gravitatoria sobre la Tierra y todos los líquidos que hay en ella. En
cuanto a las mareas, y demás líquidos sobre el planeta, estos suelen verse
alterados en mayor medida por la atracción gravitatoria de la Luna, pues esta
se halla más próxima a la Tierra que el Sol. Según esto se puede decir que “la
disposición en el espacio de los tres astros involucrados, la Tierra, el Sol y
la Luna, será quien determine la altura de la marea en un instante dado”
(Mederos Martín, 2009, p. 33).
Por
ello, puede asociarse el nivel de las mareas con la fase en que se encuentre la
luna, siendo la luna llena y la luna nueva los momentos con las mareas más
altas y bajas respectivamente.
En cuanto a las plantas, estas también están sujetas a
dichas fuerzas, por lo que su savia puede concentrarse con mayor intensidad en
cierto lugar de la planta dependiendo de la fase lunar por la que se esté
pasando (ver figura 1). Es decir, cuando hay luna creciente, la savia de la
planta comienza a ascender, y al llegar a la luna llena, los fluidos de la
planta se conservan en las ramas y sitios más elevados de esta. Mientras que,
cuando la Luna está decreciendo, sus fluidos comienzan a bajar, dirigiéndose
hacia las raíces, siendo la Luna nueva el momento en que la savia se encuentran
en la parte más baja de la planta:
la fuerza
de atracción de la Luna, más la del Sol, sobre la superficie de la Tierra en
determinados momentos ejerce un elevado poder de atracción sobre todo líquido
que se encuentre en la superficie terrestre…También se ha comprobado que este
fenómeno se hace sentir en la savia de las plantas, iniciándose el proceso de
su influencia desde la parte más elevada para ir descendiendo gradualmente a lo
largo de todo el tallo, hasta llegar al sistema radical (Torres Montenegro, 2012,
pp. 32-33).
(Torres Montenegro, 2012)
Figura 1. Flujo de la savia en las
plantas con respecto a las fases de la luna
Además, la luminosidad de la Luna también parece
incidir en el desarrollo de las plantas, pues en los días próximos a la Luna
llena, que es cuando la Luna emite más luz hacia la Tierra, hay una mayor
intensidad de fotosíntesis en estas, es decir, que, al haber más luz, las
plantas logran captar más energía, lo que favorece una mayor absorción de los
nutrientes que se encuentran en el suelo y un desarrollo más acelerado.
La importancia otorgada a la naturaleza, y a las fases
de la Luna, varía de acuerdo con el lugar, las necesidades y las tradiciones que allí se tengan. Un ejemplo de ello se presenta en
algunas comunidades de los estados de mexicanos de Tabasco, Yucatán, Veracruz y
Chiapas en
donde algunas prácticas, decisiones y creencias agrícolas tienen un marcado
tinte empírico, mágico y religioso. Estas
creencias involucran acciones como la solicitud de permiso al monte para la
siembra, así como peticiones a los cuidadores de este para que el viento, el
fuego y demás animales cercanos a la zona de siembra no dañen las cosechas;
además las acciones de gracias por las cosechas son de gran importancia. Por su
parte, los astros también son de gran importancia en estas creencias, por ello es
común la realización de ceremonias durante el equinoccio, así como el
seguimiento de las fases lunares en las actividades agrícolas, silvícolas y
pecuarias. En el caso de las actividades agrícolas que siguen el ciclo lunar,
es común que no se trabaje mucho el suelo durante la Luna nueva, debido a que se
supone que en esta fase la Luna no tiene mucha fuerza por lo que no incidiría
mucho en el desarrollo de las plantas. Por otro lado, cuando la Luna está en cuarto
creciente, lo que se busca al sembrar es obtener plantas altas y no con muchos frutos
necesariamente. Por su parte, cuando se realizan actividades agrícolas en
cuarto menguante, la idea es obtener una buena producción de frutos, poca
altura de la planta y menor grosor en su tallo; además, a la hora de podar la
planta durante esta fase lunar, lo que se logra es reducir la perdida de savia en
el lugar del corte, evitando que un mayor número de insectos y microorganismos
puedan atacar la herida con la que queda la planta. Dichas comunidades
consideran que sembrar una planta cuando la Luna se encuentra llena permite que
esta tenga un mejor porte, lo que es importante si piensa usarse posteriormente
para producir objetos con su madera. (Mariaca Méndez, 2003).
De igual manera que la Luna influye en el crecimiento
de las plantas y el desarrollo de sus frutos, también incide en el curado de la
madera que se obtiene de los árboles. Es por eso que algunas comunidades del
sur de Brasil son muy cuidadosas de cuando tomar esta madera
Cuando cortábamos
las maderas para las construcciones en la fase de cuarto creciente hacia luna
llena, las maderas duraban bien menos, porque las fibras de las maderas estaban
cargadas con el máximo de agua, las cuales al secarse quedaban abiertas y
blandas. Las maderas se rajaban y resistían bien menos a la intemperie (Restrepo Rivera, 2004).
En definitiva, es el uso que se le da a dicha madera lo
que establece el momento propicio para cortarla, pues si el uso posterior implicaba
de cierta resistencia a la humedad, como la fabricación de canoas, lo ideal era
podarla en los días de luna creciente. En cuanto a la cosecha de los frutos también
se tiene en cuenta la fase lunar, pues con la idea de obtener frutos más
jugosos lo ideal es arrancarlos cuando hay luna llena y los fluidos de las
plantas y árboles se hallan en las copas. Sin embargo, dependiendo de la planta,
si son rizomas o tubérculos, también puede llevarse a cabo durante la fase de
luna menguante para evitar el debilitamiento del cultivo y la baja producción
en futuras cosechas.
Según lo mencionado, la aplicación del ciclo lunar en
la agricultura puede ayudar a la creación de un sistema de producción que sea
menos nocivo para el medio ambiente puesto que:
una siembra
oportuna logrará plantas más productivas y resistentes al ataque de plagas y
enfermedades; en el trasplante logra un mayor prendimiento; con las podas
mejora la calidad y cantidad de frutos sin debilitar a la planta; en los
injertos se logra un mejor prendimiento; el abono o compost tiene una
maduración más rápida y de calidad; el ensilaje de pastos (siega) se conserva por más tiempo; la madera cortada
tiene mayor duración y no es atacada por insectos; las cosechas se conservan
por más tiempo y su sabor, olor y textura son más adecuados; al controlar
hongos e insectos se logran mejores resultados por su efectividad al realizar
en los días en que son más; al fertilizar se logra un mayor aprovechamiento de
la planta con menor cantidad de fertilizante. (Lahuasi Guerrero, 2012, p. 7).
En conclusión, hay que señalar que algunas prácticas
agrícolas; como la siembra, la poda y la cosecha siguiendo las fases lunares,
están sujetas en gran medida a la influencia de los ideales civilizatorios de
occidente en las comunidades. A pesar de que la civilización occidental y la
globalización han menospreciado la cosmogonía y las creencias de muchas
comunidades humanas, algunas aún conservan parte de estas tradiciones, las
cuales siguen teniendo un alto valor simbólico. La
imposicion de una agricultura tecnificada, que suele alterar los ciclos
naturales en pro de la satisfaccion de la demanda de los grupos humanos asentados
en las grandes ciudades, suele ser un indicador de lo distantes que están los
humanos de la naturaleza.
Finalmente, se debe mencionar que los casos expuestos
anteriormente; varían y no necesariamente aplican en la misma medida a todas
las sociedades, de ahí la importancia de entender la relación que tienen estos
grupos humanos con su medio ambiente, pues aquella interacción con la
naturaleza es la que permite reconocer un conjunto de factores que para muchos
de nosotros son desconocidos, en parte por no tener en cuenta que el planeta y
todo lo que en él habita forma un sistema complejo donde nada está dado al azar.
Quizá, por ello, algunas prácticas y creencias han ido perdiendo su reconocimiento
puesto que al sobreponer la cultura a la naturaleza se ha dado un
distanciamiento frente a ciertas concepciones del mundo. Si bien el ambiente se
considera una variable, casi siempre termina siendo tratada como una constante
sujeta a la intervención humana. Cuesta entender que la naturaleza y la Tierra
están sujetas a otros factores que no se relacionan con el humano, pues,
aquella visión antropocéntrica del mundo aún se mantiene, en parte, porque los ideales civilizatorios y la cultura;
sustituyen, utilizan y transforman la naturaleza y la vida, a fin de crear un
nuevo orden. Por eso es necesaria una reformulación de la forma en que
se relaciona el humano con el medio ambiente, pues es importante dimensionar la
complejidad del sistema en el cual el ser humano está inmerso. Tan complejo es
dicho sistema que sin la savia de las plantas es muy probable que no corriera
nuestra sangre.
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Realizado por: Juan David Henao Agudelo