TERRA
PRETA O TIERRA NEGRA: UN INDICADOR DE ACTIVIDAD HUMANA.
Manuel Arroyo Kalin (2017) |
Se establece la posibilidad de que
la "Tierra Negra " (terra preta), sea el resultado de la acumulación
de desechos cerca a las viviendas, en donde los residuos (animales y humanos),
la cerámica y otros implementos utilizados por el hombre, fueron depositados
durante un largo período
La constitución y aparición exacta de estos
suelos es difícil de determinar, pero su estructura física y química, sumada a los
vestigios arqueológicos que suelen encontrarse en ellos, sí nos permiten hacer
un acercamiento a su posible origen y a su longevidad. Las terras pretas
también son consideradas como “suelos arqueológicos” debido a la estrecha
relación de estos con material arqueológico. Sin embargo, estos vestigios por
sí solos no podría darnos una explicación completa de la creación de estos
suelos, de allí la necesidad de incorporar una perspectiva ecológica en los
estudios humanos que permita desviar la atención de determinismos simplistas, y
favorezca un análisis que preste mayor atención a las redes de relaciones
complejas que caracterizan a los sistemas ecológicos.
Numerosas
investigaciones realizadas hasta la fecha han ayudado a crear un panorama más
amplio acerca de lo que fue la vida en estas regiones durante épocas
precolombinas. Mucha de la información que se obtiene en los estudios
arqueológicos, que utilizan indicadores ecológicos, permiten entender aspectos de
la vida de comunidades humanas como sus dietas, la forma en que se ubicaban en
el espacio y los usos que le daban a cada lugar, la vegetación y los animales
que había en las cercanías, sus prácticas agrícolas, las herramientas que
empleaban, la cerámica que fabricaban y sus características, entre otros. Ante
este panorama, en el siguiente texto se expondrá cómo la evidencia arqueológica
y el análisis de los indicadores ecológicos que han realizado por décadas
científicos de diferentes lugares del mundo, con conocimientos en diversas
disciplinas tanto de las ciencias naturales como sociales, han sido de gran
importancia para explicar qué son las terras pretas, su posible origen, algunas
de sus características y su relación con las sociedades humanas. Además, se resaltará
como paulatinamente se fue haciendo notable el uso, por parte de diversos
investigadores, de indicadores ecológicos como el suelo, los sedimentos, el
clima, la topografía, la geografía, la hidrografía, la vegetación y la fauna;
los cuales son de considerable importancia a la hora de relacionar algún resto
de cerámica o vestigio con actividad humana. Finalmente, será este cumulo de hallazgos,
que se ha ido construyendo por décadas, y la integración de indicadores
ecológicos en los estudios arqueológicos, lo que nos permitirá una aproximación
más cercana al origen de estos suelos, así como su composición, y la relación
que guarda con los humanos.
REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA O ANTECEDENTES
Desde
finales del siglo XIX comienzan a presentarse las primeras informaciones
relacionadas con estas tierras negras o “terras pretas”. Durante estas
investigaciones se destaca el color oscuro y la fertilidad de estos suelos, los
cuales eran aprovechados por campesinos, esclavos libertos e indígenas para
sembrar diversos cultivos. Junto a estas características del suelo, también
comenzaron a emerger restos arqueológicos lo que implicaba una acción humana en
ellos. Aunque no se sabía con claridad cómo había sido este accionar y su
intencionalidad, se concluyó que “las tierras negras eran vestigios de antiguos
asentamientos indígenas”
En
1966 Wim Sombroek demostró que la composición, variabilidad, y emplazamiento de
las tierras negras no eran consistentes con un fenómeno natural. Para este
momento emerge la clasificación de terras pretas (tierras negras) que son
suelos oscuros, con alto contenido de materia orgánica y repleto de artefactos
que probablemente se habían formado a partir de los desechos de antiguos
asentamientos indígenas; y las terras mulatas (tierras pardas) eran suelos
carentes de artefactos, con características fisicoquímicas que estaban entre
las terras pretas y los demás suelos de la región, y que se relacionaban con
antiguas prácticas agrícolas. Durante esta misma década el arqueólogo alemán
Peter Hilbert, ayudándose de la recién aparecida técnica de datación
radiocarbónica, permitió establecer que dichos suelos sugerían la presencia de
asentamientos humanos establecidos por largos periodos de tiempo, y que los
restos arqueológicos hallados en él, habían sido depositados allí hacia
mediados del primer milenio de la era común. Durante esta misma década, Mario
Simoes tiene en cuenta un considerable número de variables como la topografía,
la hidrografía, el suelo, los sedimentos, el clima, la vegetación y la fauna,
con el objetivo de entender, desde una perspectiva arqueológica que integra
indicadores ecológicos, la región, sus suelos y las poblaciones humanas que
allí habitaban. Para los 80’, el geógrafo Nigel Smith y sus análisis,
corroboraban lo expuesto por otros investigadores que señalaban la relación de
estos suelos con la actividad humana. Según Smith la distribución, el tamaño y
el contenido artefactual era consistente con la presencia de grandes poblados
ribereños mencionados por los cronistas del siglo XVI. Al parecer la coloración
oscura de los suelos correspondía a la incorporación de cenizas y carbón que
eran resultado de quemas realizadas en estos asentamientos humanos. Sin duda
esto resultaba ser un revés para el determinismo geográfico y cultural que se extendía
sobre el Amazonas.
A
partir de este momento que se comienzan a presentar los trabajos pioneros en
geoarqueología, que según Arroyo Kalin es la especialidad de la arqueología
dedicada al estudio de los suelos y sedimentos. Este estudio de las antiguas
sociedades humanas considerando indicadores ecológicos, como los suelos, los
sedimentos, la topografía, la geografía entre otros, empieza a generar nuevas
ideas sobre estas tierras negras, lo que a la larga debilitará más y más el
determinismo ecológico inherente al Amazonas por siglos, y generaría nuevas
preguntas que permitieran entender aspectos como el origen, la formación, la
variabilidad, la distribución, el uso, la cronología, entre otros aspectos, que
se desprendían del análisis de estos suelos. Un ejemplo de ello sería el
trabajo publicado por Ángela Andrade en 1984 en donde su objetivo era “conocer
las características arqueológicas del suelo y la relación entre la génesis de
los suelos y las ocupaciones humanas, con el fin de establecer los tipos de
actividades antrópicas y su intensidad”
Para
las últimas décadas la arqueología ha ido incorporando cada vez más indicadores
ecológicos dentro de sus estudios. Actualmente, los estudios arqueológicos
integran micromorfología, química de suelos y susceptibilidad magnética en
terras pretas, también documentan el tipo de residuos responsables de estas
variaciones que pueden ser fragmentos microscópicos de carbón, hueso, cerámica
y arcilla quemada; además los estudios de marcadores de lípidos demuestran la
presencia de esteres asociados a desechos humanos; y los estudios
arqueobotánicos y zooarqueológicos registran tanto vestigios de plantas
cultivadas y comestibles como huesos de fauna acuática asociados con el consumo
humano
Las
terras pretas pueden ser un buen ejemplo de lo fértil de algunas zonas de la
región amazónica y del norte de Sur América, también sirven de ejemplo para
entender cómo el humano puede transformar el ambiente. Sin embargo, se necesita
mucha más información de índole ecológica y arqueológica que nos permita
establecer con mayor proximidad la intención y efecto de la acción humana en la
formación de estos suelos, puesto que algunos análisis físicos y químicos del
suelo no permiten reafirmar una hipótesis clara sobre el origen
todos los elementos se presentan en
contenidos bajos a muy bajos, confirmando los niveles reportados para los
suelos de las selvas húmedas tropicales… Sus niveles actuales son el producto
de factores naturales formadores de suelo, más que de las influencias de los
grupos humanos asentados en la zona, por lo menos cuando se considera como
referencia todo el perfil del suelo
Además,
es importante tener en consideración que las tierras negras o terras pretas no
son necesariamente el resultado de una intensificada actividad agrícola, sino
que es más apropiada entenderla como el correlato de prácticas habitacionales
de mantención y cultivo
Por
otra parte, se encuentra el problema de la clasificación de las terras pretas
puesto que cada investigador o sociedad recurre a patrones lógicos y estructurados, desde
lo cultural, que les permiten apreciar y entender las variaciones o
discontinuidades que se presentan en un paisaje, a fin de lograr adaptación y
supervivencia de la población en determinado espacio. Por ello es importante
resaltar que una clasificación única y estricta de las terras pretas como la propuesta
por León y Vega en 1983 que determina
que las terras pretas debían “tener coloraciones negras, por debajo de
los Cromas /3 y /2 y de los Valúes 2/ y 3/, presencia de cerámica y/o carbón
vegetal y reacción al NaF en cualquiera de sus horizontes”
Es
importante que la arqueológica logre incorporar la mayor cantidad de proxys que
se relacionen a un fenómeno. En el caso de la terra preta los estudios que se
han ejecutado por más de un siglo, dan evidencia de que a medida que se
realizan estudios interdisciplinarios en donde se integran indicadores
ecológicos en los estudios arqueológicas se pueden obtener resultados más
concluyentes y próximos con la realidad. Para lograr una mejor
comprensión del origen y la formación de estos suelos será importante desglosar
aspectos del medio ambiente como las fuentes hidrográficas, la composición de
los suelos, la topografía, la fauna, la flora, entre otros, y entender cómo
estos se relacionan entre sí y con la actividad humana, pues como planteaba
Butzer: “ nuestro objetivo final es la determinación de la interrelación entre
cultura y medio ambiente, otorgando especial relevancia a la investigación que
se plantee una mejor y mayor comprensión de la ecología humana de las
comunidades prehistóricas”
A
pesar de que la evidencia arqueológica hallada en estos suelos habla de cierta
conexión entre los mismos y el humano, y de que posiblemente la acción humana sí
incidió en la formación de estos, debe recopilarse más información que permita
hablar de estos suelos como verdaderos suelos antrópicos. Si bien los restos de
actividades humanas hallados en estos lugares son innegables, hay que señalar
que en muchos casos la composición química de los suelos no refleja de forma
tan drástica y notoria la acción antrópica en la formación de estos, como sí puede
apreciarse al momento de analizar a simple vista los horizontes del suelo. Además,
es importante volver a cuestionarse a cerca de la intencionalidad humana en la
creación de estos sitios, si fue algo fortuito, resultado de arrojar basura
allí y de realizar quemas controladas que aportaban cenizas y carbón al suelo,
o si se hacía con la idea e intensión de abonarlos para luego usarles en
actividades agrícolas. Cabe resaltar que “no son las ocupaciones humanas las que
producen suelos antrópicos negros. Antes bien, las ocupaciones humanas generaron
depósitos de sedimentos enriquecidos que son transformados, por los procesos
pedogenéticos, en suelos antrópicos negros con el paso del tiempo”
Finalmente,
lo que sí es muy probable es que cerca de estas terras pretas hubo presencia de
grupos humanos, que al parecer eran numerosos como lo evidencian las crónicas
españolas del siglo XVI, y la cantidad de basura hallada en los registros
arqueológicos. Así mismo parece que estas comunidades habían estado en estos
espacios por largos periodos de tiempo, lo que nos ayuda a concluir que entre
las terras pretas y los humanos ha existido una relación de cercanía que se ha
mantenido por siglos, y que, si bien su posible origen está influenciado por la
actividad humana, aun no es seguro si hubo intensión o no en la formación de
estos suelos.
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