EL OCASO DE LA FLOR
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Fotografía de Esteban Valencia Patiño. |
EL OCASO DE LA FLOR
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Fotografía de Esteban Valencia Patiño. |
TERRA
PRETA O TIERRA NEGRA: UN INDICADOR DE ACTIVIDAD HUMANA.
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Manuel Arroyo Kalin (2017) |
Se establece la posibilidad de que
la "Tierra Negra " (terra preta), sea el resultado de la acumulación
de desechos cerca a las viviendas, en donde los residuos (animales y humanos),
la cerámica y otros implementos utilizados por el hombre, fueron depositados
durante un largo período
La constitución y aparición exacta de estos
suelos es difícil de determinar, pero su estructura física y química, sumada a los
vestigios arqueológicos que suelen encontrarse en ellos, sí nos permiten hacer
un acercamiento a su posible origen y a su longevidad. Las terras pretas
también son consideradas como “suelos arqueológicos” debido a la estrecha
relación de estos con material arqueológico. Sin embargo, estos vestigios por
sí solos no podría darnos una explicación completa de la creación de estos
suelos, de allí la necesidad de incorporar una perspectiva ecológica en los
estudios humanos que permita desviar la atención de determinismos simplistas, y
favorezca un análisis que preste mayor atención a las redes de relaciones
complejas que caracterizan a los sistemas ecológicos.
Numerosas
investigaciones realizadas hasta la fecha han ayudado a crear un panorama más
amplio acerca de lo que fue la vida en estas regiones durante épocas
precolombinas. Mucha de la información que se obtiene en los estudios
arqueológicos, que utilizan indicadores ecológicos, permiten entender aspectos de
la vida de comunidades humanas como sus dietas, la forma en que se ubicaban en
el espacio y los usos que le daban a cada lugar, la vegetación y los animales
que había en las cercanías, sus prácticas agrícolas, las herramientas que
empleaban, la cerámica que fabricaban y sus características, entre otros. Ante
este panorama, en el siguiente texto se expondrá cómo la evidencia arqueológica
y el análisis de los indicadores ecológicos que han realizado por décadas
científicos de diferentes lugares del mundo, con conocimientos en diversas
disciplinas tanto de las ciencias naturales como sociales, han sido de gran
importancia para explicar qué son las terras pretas, su posible origen, algunas
de sus características y su relación con las sociedades humanas. Además, se resaltará
como paulatinamente se fue haciendo notable el uso, por parte de diversos
investigadores, de indicadores ecológicos como el suelo, los sedimentos, el
clima, la topografía, la geografía, la hidrografía, la vegetación y la fauna;
los cuales son de considerable importancia a la hora de relacionar algún resto
de cerámica o vestigio con actividad humana. Finalmente, será este cumulo de hallazgos,
que se ha ido construyendo por décadas, y la integración de indicadores
ecológicos en los estudios arqueológicos, lo que nos permitirá una aproximación
más cercana al origen de estos suelos, así como su composición, y la relación
que guarda con los humanos.
REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA O ANTECEDENTES
Desde
finales del siglo XIX comienzan a presentarse las primeras informaciones
relacionadas con estas tierras negras o “terras pretas”. Durante estas
investigaciones se destaca el color oscuro y la fertilidad de estos suelos, los
cuales eran aprovechados por campesinos, esclavos libertos e indígenas para
sembrar diversos cultivos. Junto a estas características del suelo, también
comenzaron a emerger restos arqueológicos lo que implicaba una acción humana en
ellos. Aunque no se sabía con claridad cómo había sido este accionar y su
intencionalidad, se concluyó que “las tierras negras eran vestigios de antiguos
asentamientos indígenas”
En
1966 Wim Sombroek demostró que la composición, variabilidad, y emplazamiento de
las tierras negras no eran consistentes con un fenómeno natural. Para este
momento emerge la clasificación de terras pretas (tierras negras) que son
suelos oscuros, con alto contenido de materia orgánica y repleto de artefactos
que probablemente se habían formado a partir de los desechos de antiguos
asentamientos indígenas; y las terras mulatas (tierras pardas) eran suelos
carentes de artefactos, con características fisicoquímicas que estaban entre
las terras pretas y los demás suelos de la región, y que se relacionaban con
antiguas prácticas agrícolas. Durante esta misma década el arqueólogo alemán
Peter Hilbert, ayudándose de la recién aparecida técnica de datación
radiocarbónica, permitió establecer que dichos suelos sugerían la presencia de
asentamientos humanos establecidos por largos periodos de tiempo, y que los
restos arqueológicos hallados en él, habían sido depositados allí hacia
mediados del primer milenio de la era común. Durante esta misma década, Mario
Simoes tiene en cuenta un considerable número de variables como la topografía,
la hidrografía, el suelo, los sedimentos, el clima, la vegetación y la fauna,
con el objetivo de entender, desde una perspectiva arqueológica que integra
indicadores ecológicos, la región, sus suelos y las poblaciones humanas que
allí habitaban. Para los 80’, el geógrafo Nigel Smith y sus análisis,
corroboraban lo expuesto por otros investigadores que señalaban la relación de
estos suelos con la actividad humana. Según Smith la distribución, el tamaño y
el contenido artefactual era consistente con la presencia de grandes poblados
ribereños mencionados por los cronistas del siglo XVI. Al parecer la coloración
oscura de los suelos correspondía a la incorporación de cenizas y carbón que
eran resultado de quemas realizadas en estos asentamientos humanos. Sin duda
esto resultaba ser un revés para el determinismo geográfico y cultural que se extendía
sobre el Amazonas.
A
partir de este momento que se comienzan a presentar los trabajos pioneros en
geoarqueología, que según Arroyo Kalin es la especialidad de la arqueología
dedicada al estudio de los suelos y sedimentos. Este estudio de las antiguas
sociedades humanas considerando indicadores ecológicos, como los suelos, los
sedimentos, la topografía, la geografía entre otros, empieza a generar nuevas
ideas sobre estas tierras negras, lo que a la larga debilitará más y más el
determinismo ecológico inherente al Amazonas por siglos, y generaría nuevas
preguntas que permitieran entender aspectos como el origen, la formación, la
variabilidad, la distribución, el uso, la cronología, entre otros aspectos, que
se desprendían del análisis de estos suelos. Un ejemplo de ello sería el
trabajo publicado por Ángela Andrade en 1984 en donde su objetivo era “conocer
las características arqueológicas del suelo y la relación entre la génesis de
los suelos y las ocupaciones humanas, con el fin de establecer los tipos de
actividades antrópicas y su intensidad”
Para
las últimas décadas la arqueología ha ido incorporando cada vez más indicadores
ecológicos dentro de sus estudios. Actualmente, los estudios arqueológicos
integran micromorfología, química de suelos y susceptibilidad magnética en
terras pretas, también documentan el tipo de residuos responsables de estas
variaciones que pueden ser fragmentos microscópicos de carbón, hueso, cerámica
y arcilla quemada; además los estudios de marcadores de lípidos demuestran la
presencia de esteres asociados a desechos humanos; y los estudios
arqueobotánicos y zooarqueológicos registran tanto vestigios de plantas
cultivadas y comestibles como huesos de fauna acuática asociados con el consumo
humano
Las
terras pretas pueden ser un buen ejemplo de lo fértil de algunas zonas de la
región amazónica y del norte de Sur América, también sirven de ejemplo para
entender cómo el humano puede transformar el ambiente. Sin embargo, se necesita
mucha más información de índole ecológica y arqueológica que nos permita
establecer con mayor proximidad la intención y efecto de la acción humana en la
formación de estos suelos, puesto que algunos análisis físicos y químicos del
suelo no permiten reafirmar una hipótesis clara sobre el origen
todos los elementos se presentan en
contenidos bajos a muy bajos, confirmando los niveles reportados para los
suelos de las selvas húmedas tropicales… Sus niveles actuales son el producto
de factores naturales formadores de suelo, más que de las influencias de los
grupos humanos asentados en la zona, por lo menos cuando se considera como
referencia todo el perfil del suelo
Además,
es importante tener en consideración que las tierras negras o terras pretas no
son necesariamente el resultado de una intensificada actividad agrícola, sino
que es más apropiada entenderla como el correlato de prácticas habitacionales
de mantención y cultivo
Por
otra parte, se encuentra el problema de la clasificación de las terras pretas
puesto que cada investigador o sociedad recurre a patrones lógicos y estructurados, desde
lo cultural, que les permiten apreciar y entender las variaciones o
discontinuidades que se presentan en un paisaje, a fin de lograr adaptación y
supervivencia de la población en determinado espacio. Por ello es importante
resaltar que una clasificación única y estricta de las terras pretas como la propuesta
por León y Vega en 1983 que determina
que las terras pretas debían “tener coloraciones negras, por debajo de
los Cromas /3 y /2 y de los Valúes 2/ y 3/, presencia de cerámica y/o carbón
vegetal y reacción al NaF en cualquiera de sus horizontes”
Es
importante que la arqueológica logre incorporar la mayor cantidad de proxys que
se relacionen a un fenómeno. En el caso de la terra preta los estudios que se
han ejecutado por más de un siglo, dan evidencia de que a medida que se
realizan estudios interdisciplinarios en donde se integran indicadores
ecológicos en los estudios arqueológicas se pueden obtener resultados más
concluyentes y próximos con la realidad. Para lograr una mejor
comprensión del origen y la formación de estos suelos será importante desglosar
aspectos del medio ambiente como las fuentes hidrográficas, la composición de
los suelos, la topografía, la fauna, la flora, entre otros, y entender cómo
estos se relacionan entre sí y con la actividad humana, pues como planteaba
Butzer: “ nuestro objetivo final es la determinación de la interrelación entre
cultura y medio ambiente, otorgando especial relevancia a la investigación que
se plantee una mejor y mayor comprensión de la ecología humana de las
comunidades prehistóricas”
A
pesar de que la evidencia arqueológica hallada en estos suelos habla de cierta
conexión entre los mismos y el humano, y de que posiblemente la acción humana sí
incidió en la formación de estos, debe recopilarse más información que permita
hablar de estos suelos como verdaderos suelos antrópicos. Si bien los restos de
actividades humanas hallados en estos lugares son innegables, hay que señalar
que en muchos casos la composición química de los suelos no refleja de forma
tan drástica y notoria la acción antrópica en la formación de estos, como sí puede
apreciarse al momento de analizar a simple vista los horizontes del suelo. Además,
es importante volver a cuestionarse a cerca de la intencionalidad humana en la
creación de estos sitios, si fue algo fortuito, resultado de arrojar basura
allí y de realizar quemas controladas que aportaban cenizas y carbón al suelo,
o si se hacía con la idea e intensión de abonarlos para luego usarles en
actividades agrícolas. Cabe resaltar que “no son las ocupaciones humanas las que
producen suelos antrópicos negros. Antes bien, las ocupaciones humanas generaron
depósitos de sedimentos enriquecidos que son transformados, por los procesos
pedogenéticos, en suelos antrópicos negros con el paso del tiempo”
Finalmente,
lo que sí es muy probable es que cerca de estas terras pretas hubo presencia de
grupos humanos, que al parecer eran numerosos como lo evidencian las crónicas
españolas del siglo XVI, y la cantidad de basura hallada en los registros
arqueológicos. Así mismo parece que estas comunidades habían estado en estos
espacios por largos periodos de tiempo, lo que nos ayuda a concluir que entre
las terras pretas y los humanos ha existido una relación de cercanía que se ha
mantenido por siglos, y que, si bien su posible origen está influenciado por la
actividad humana, aun no es seguro si hubo intensión o no en la formación de
estos suelos.
Aceituno Bocanegra, F. J., & Castillo Espitia, N. (2005). Mobility strategies in Colombia’s
middle mountain range between the early and middle Holocene. Before
Farming: The Archaeology and Anthropology of Hunter-Gatherers, 1-17.
Andrade, Á. (1984). Estudio
arqueológico de los antrosoles de Araracuara (Amazonas). Boletín Museo del
Oro, 35-40.
Arroyo
Kalin, M. (2017). Las tierras antrópicas amazónicas: algo más que un puñado
de tierra. En S. Rostain, & C. Jaimes Betancourt, Las Siete Maravillas
de la Amazonía precolombina (págs. 99-117). La Paz: Plural editores.
Butzer,
K. (1989). Arqueología, una ecología del hombre. Método y teoría para un
enfoque contextual. Barcelona: Bellaterra.
Morán,
E. (2003). La ecología humana de los pueblos de la amazonia. Madrid:
Fondo de Cultura Económica.
Morcote
Ríos, G., & León Sicard, T. (2012). Las Terras Pretas del Igarapé
Takana. Un sistema de cultivo precolombino en Leticia-Amazonas, Colombia.
Bogotá D.C.: Universidad Nacional de Colombia.
Rodríguez
Cuenca, J. V. (2018). Las tierras negras en la mitología y arqueología de la
vertiente sureste de la Sierra Nevada de Santa Marta, La Guajira. Revista
Colombiana de Antropología.
INCIDENCIA DE LOS MONOCULTIVOS SOBRE EL RECURSO HÍDRICO DEL MUNICIPIO DE FREDONIA, ANTIOQUIA
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Fotografía de Jaiver Ibarra Trujillo. |
El municipio de Fredonia hace parte de los 23 municipios que conforman el suroeste antioqueño y que comparten problemáticas relacionadas con el agua y los monocultivos. La llegada de nuevos modelos de desarrollo implico cambios en las actividades agrícolas que tradicionalmente se dieron en el municipio. Estos cambios en los usos del suelo han generado cambios abruptos en los paisajes y en las formas de vida tradicional, siendo lo más preocupante la afectación al recurso hídrico.
En el caso del suroeste antioqueño, el paisaje actual, empieza a evidenciar una homogeneidad como consecuencia de los modelos agro-extractivistas en los que podría mencionarse en mayor medida los monocultivos de pinos, aguacates y cítricos. Estos modelos, además de poner en riesgo la autonomía y seguridad alimentaria, incide en la calidad y la existencia de agua como bien común al causar la perdida de la diversidad cultural y ecosistémica.
Se hace conveniente realizar un acercamiento crítico y reflexivo a las incidencias en que este tipo de modelos de economía (monocultivos), están incidiendo en las valoraciones tradicionales del territorio, excluyendo los elementos que posibilitan un buen vivir y que hacen parte de lo sagrado para la vida para las comunidades del suroeste antioqueño. Esto lleva a cuestionar ¿se está cultivando el agua en el municipio de Fredonia?
Realizado por Carlos Hernan Mejía Escobar, Jaiver Ibarra Trujillo y Estefanía Torres Celis.
EXTRACTIVISMO Y NEOEXTRACTIVISMO. EL CASO DE LA PALMA AFRICANA EN COLOMBIA
Alianza Biodiversidad (2023).
Inicialmente, cabe señalar que, a partir del siglo XVI
con la expansión de Europa por todo el planeta junto con sus ideales de
civilización, modernidad y desarrollo, más su concepción antropocéntrica de la
vida, comienza a darse la explotación excesiva de los recursos naturales. Se empieza
a gestar un modelo de desarrollo basado en la extracción y
apropiación de la naturaleza a través de actividades que remueven grandes
volúmenes de recursos naturales, que no son procesados (o lo son
limitadamente), y que posteriormente pasan a ser exportados
Dicho modelo pasaba por alto la
estructura de significaciones de aquellas culturas que eran ajenas a la europea,
mientras que creaba la certeza de que los problemas del modelo podían
solucionarse con cambios técnicos y transformaciones sociopolíticas
el generalizado error consistente
en aplicar ahistóricamente los conceptos, técnicas y prácticas de la economía
de mercado a todas las manifestaciones culturales y epocales, propios de la
manía ‘civilizatoria’ y clasificatoria en la que muchas expresiones son
excluidas, minusvaloradas e invisibilizadas
Otra de las características de este modelo es que cada
vez exige “mayor cantidad de materias primas y energías, lo cual
se traduce por una mayor presión sobre los bienes naturales y territorios” (Svampa, 2019, p.18). Esta
necesidad de territorios para explotar genera que se expropie y despojen
grandes extensiones de suelo, provocando disputas y enfrentamientos entre poblaciones
y grandes actores económicos, lo que en muchas ocasiones terminaría repercutiendo
en temas como la violencia y la pobreza.
La pretensión de
edificar y consolidar una sola explicación para fenómenos sociales, culturales
y biofísicos, no dejaba vislumbrarlos claramente al excluir ciertas partes de
él, dificultando el reconocimiento de la conexión existente entre el
extractivismo y los diferentes factores sociales y ambientales con los que se
relacionaba. De igual manera limitó el conocimiento de la naturaleza a un
modelo en específico, lo que ha favorecido “la coordinación universal
de la vida y el desenvolvimiento de los sujetos, los espacios socio/naturales y
los saberes”
Dicha
limitación en el conocimiento de la naturaleza ha generado concepciones
reduccionistas sobre esta, ocasionando que -en el mejor de los casos- se le
considere como una maravilla de gran complejidad fruto de la manifiesta
sabiduría del dios creador de todo lo que existe, o que en otros casos sea
vista única y exclusivamente como una despensa, olvidando que es un
agregado de agua, tierra y cielo que interactúan entre sí, y en donde todo
aquello que es “asequible a nosotros forma un sistema, una
concatenación general de cuerpos, entendiendo aquí por cuerpos todas las
existencias materiales, desde los astros hasta los átomos” (Engels, 1886, p. 48).
Las alteraciones que
provocan los procesos de extracción en la naturaleza pueden ser muy variables.
En el caso del aumento de la frontera agrícola, ganadera y minera se ha
impactado especialmente a las fuentes hídricas, los suelos y la biodiversidad,
sin olvidar que también se ha afectado aspectos como la alimentación y salud de
poblaciones humanas. La expansión de la agricultura, por ejemplo, ha afectado
el ecosistema a través de procesos de deforestación, erosión de suelo,
sedimentación de fuentes hídricas, eutrofización, entre otros. La expansión de
la frontera ganadera también ha afectado considerablemente las fuentes hídricas
al favorecer la presencia de gran cantidad de coliformes en el agua, bien sea
por contaminación difusa o por vertimiento directo, además la compactación que
sufren los suelos los deteriora considerablemente.
Tanta es la
interconexión que existe entre los elementos de la naturaleza que la
deforestación en zonas Andinas y Amazónicas, con el fin de aumentar la
agricultura, la ganadería extensiva y la minería, han cambiado la vida de
muchas comunidades ribereñas que habitan a orillas de pequeñas quebradas o de
grandes ríos como Cauca y Magdalena.
Dentro de dicho
panorama en América Latina surge una categoría analítica conocida como
neoextractivismo, que permite describir y explicar este modelo extractivista
desde el ámbito social, político-territorial y medio ambiental a partir de una
escala nacional, regional o local. Se hace necesario comprender la complejidad de
este modelo, sobre todo porque estas grandes modificaciones del entorno como respuesta a las nuevas
necesidades humanas repercuten indudablemente en la
organización, estructura y funcionamiento del sistema
Mucha
de la información socavada hasta la fecha evidencia el considerable impacto negativo
que ha tenido este modelo de desarrollo en el ámbito económico, social y
ambiental, además evidencia su limitada contribución al genuino desarrollo de
las sociedades humanas que constituyen los actuales Estados-nación. A pesar de
esto, el extractivismo goza de buena salud dentro de los actuales Estados latinoamericanos
progresistas o conservadores, los cuales hacen poco por reconstruirlo. Además, continúa
siendo vista como la mejor alternativa para alcanzar los tan anhelado ideales
de desarrollo, de ahí que se promuevan medios para incrementarlas, a pesar de
que éste mantiene un estilo “basado en la apropiación de la Naturaleza, que
alimenta un entramado productivo escasamente diversificado y muy dependiente de
una inserción internacional como proveedores de materias primas” (Gudynas, 2009, p.188) Sin embargo, no debe pasarse
por alto que, frente a este modelo cada vez se van generando más reacciones de oposición
entre las sociedades.
En conclusión, se puede decir que, a pesar de los efectos
colaterales del extractivismo en las diferentes esferas de la realidad humana,
este sigue manteniendo su vigencia e importancia dentro de los actuales
gobiernos latinoamericanos y mundiales. Sumado a esto, son apreciables los
pocos esfuerzos realizados para modificar este modelo y contrarrestar o
apaciguar sus repercusiones sobre la vida en general. Se mantiene dicha
estructura de apropiación de los espacios y los recursos. Pareciera a simple
vista que lo único que ha cambiado entre el extractivismo y el neoextractivismo
es cómo y quiénes se quedan con las riquezas , mientras que los problemas
sociales y ambientales que surgen como consecuencia de ello continúan a la
espera de que los grupos humanos les den la relevancia que requieran y logren entender
que nada en la naturaleza ocurre de modo aislado y que este extractivismo ha
generado cambios en el planeta que requieren de una reestructuración de la vida
humana.
La palma africana en Colombia
Bibliografía
Engels, F. (1886). Dialéctica de la naturaleza.
Obtenido de Livros Grátis: http://livros01.livrosgratis.com.br/bk000224.pdf
Giraldo, O. F. (2018). Ecología
política de la agricultura. Agroecología y posdesarrollo. San Cristóbal
de Las Casas: Ecosur.
Gudynas, E. (2009). Diez tesis
urgentes sobre el nuevo extractivismo. Extractivismo, política y sociedad,
187-225.
Quijano Valencia, O. (2016). Ecosimías
: Visiones y prácticas de diferencia económico/cultural en contextos de
multiplicidad. Popayán: Universidad del Cauca.
Rappaport, R. (1985). Naturaleza,
cultura y antropología ecológica. En H. Shapiro, Hombre, cultura y
sociedad (págs. 261-292). México: Fondo de Cultura Económica.
Svampa, M. (2019). Las fronteras
del neoextractivismo en América Latina. Conflictos socioambientales, giro
ecoterritorial y nuevas dependencias. Bielefeld: Universidad de
Bielefeld.
SERIE WEB DOCUMENTAL "HISTORIAS QUEBRADAS"